"Lo que dura un café"
Era tarde, África volvía de la universidad y el frío helaba su cuerpo. El día se le estaba haciendo eterno, la mañana había sido tormentosa, el examen no le había salido como esperaba y para colmo, acababa de perder el cercanías hasta su casa... 45 minutos más de espera. Empezaba a sentirse mal, frustrada y hasta lágrimas caían por su mejilla.
Para hacer más llevadera su espera, se adentró en la cafetería más cercana de la estación a tomar algo caliente que hiciera que su cuerpo se sintiera mejor. El sitio no era nada espectacular, no era grande, no era del todo limpio, sin embargo... Allí estaba él, el chico más guapo que habían visto sus ojos tras la barra. África se sentó en una mesa apartada, poco iluminada y se limito a esperar a que le atendieran. Para su sorpresa, el chico bonito, se le acercó y le preguntó que deseaba tomar, sin querer sus miradas se cruzaron y sin poderlo remediarlo, su cuerpo se estremeció. Este chico tenia una mirada diferente, era profunda, segura y transmitían una dulzura que África desconocía hasta el momento. Disimulo y con la voz entrecortada logro pedirle que le trajera un café. En menos de dos minutos se le acercó con dos tazas. Le sirvió una y él se sentó a su lado. Le comentó que era la hora de su descanso y que si no le importaba que se sentará con ella, a lo que África asintió sonrojándose. El chico se le presento, le dijo que se llamaba Miguel y le confeso que no había podido evitar mirarla. África sonrió timidamente y para sí recordó que era la primera vez que hoy sonreía. Se sentía extraña, el descaró de Miguel le gustaba y sin embargo, era lo que siempre había detestado de los chicos que le entraban en la discoteca. Él era diferente y ella lo supo desde que se miraron, pero... ¿Y por que? ¿Por que él? Sin darse cuenta comenzaron a hablar entre ellos y ambos sintieron una conexion especial, ambos sentían como si se conocieran de toda la vida. Ella le explico su fatídico día y él le comento que estudiaba pero que era de otra ciudad y por eso, trabajaba allí cada tarde.
Entre tanta conversación las sonrisas, las miradas y los gestos fueron las armas de seducción. Los minutos pasaron y Miguel tenía que seguir trabajando, pero ambos se quedaron con ganas de conocerse más. África le prometió que volvería, que no iba a ser la única tarde que tomara café con ella. Y así fue, África regreso a la semana, y volvió a regresar, y cada vez la frecuencia era mayor. En menos de un mes, ella iba cada día a tomar el café con Miguel. Sin quererlo, se había enamorado de él y los besos y las caricias no tardaron en llegar. Todo parecía marchar sobre ruedas entre ellos, sin embargo algo no terminaba de funcionar. Miguel no aceptaba quedar con África fuera de la cafetería, ni más tiempo de lo que duraba su descanso y tomar el café. Al principio no solía molestarle, pero a medida que pasaba los días ella lo veía aun mas extraño. Ella quería que conociera a sus amigos, a su familia, su entorno en general, pero él tenia mil excusas para negar la invitación.
Un día, África volvió a la cafetería como cada tarde, pero Miguel no estaba allí. Ella pregunto al resto de empleados pero nadie sabia de que hablaba, nadie conocía a Miguel y ella creía que se estaba volviendo loca y que le estaban mintiendo. Cada tarde seguía llendo con la esperanza de que todo volviera a la normalidad, de que nadie la tomara como una enferma, y que Miguel se sentara a su lado de nuevo a tomar un café con ella. Sin embargo, Miguel nunca volvió. Pasaron los años, y el amor que África sentía por Miguel nunca desapareció. Una noche, después de 60 años, África murió y su alma voló y marcho al cielo. Una vez allí, abrió los ojos y vio aquel chico tan guapo que la enamoro con veinte años. Miguel estaba allí, siempre había sido el ángel de su guarda y ella sin saberlo, se había enamorado de el. Hoy en día, cada tarde, siguen tomando el café que los unió y que a día de hoy no los volverá a pasar. No se pudieron amar en cuerpo, pero lo harán en alma eternamente.
Era tarde, África volvía de la universidad y el frío helaba su cuerpo. El día se le estaba haciendo eterno, la mañana había sido tormentosa, el examen no le había salido como esperaba y para colmo, acababa de perder el cercanías hasta su casa... 45 minutos más de espera. Empezaba a sentirse mal, frustrada y hasta lágrimas caían por su mejilla.
Para hacer más llevadera su espera, se adentró en la cafetería más cercana de la estación a tomar algo caliente que hiciera que su cuerpo se sintiera mejor. El sitio no era nada espectacular, no era grande, no era del todo limpio, sin embargo... Allí estaba él, el chico más guapo que habían visto sus ojos tras la barra. África se sentó en una mesa apartada, poco iluminada y se limito a esperar a que le atendieran. Para su sorpresa, el chico bonito, se le acercó y le preguntó que deseaba tomar, sin querer sus miradas se cruzaron y sin poderlo remediarlo, su cuerpo se estremeció. Este chico tenia una mirada diferente, era profunda, segura y transmitían una dulzura que África desconocía hasta el momento. Disimulo y con la voz entrecortada logro pedirle que le trajera un café. En menos de dos minutos se le acercó con dos tazas. Le sirvió una y él se sentó a su lado. Le comentó que era la hora de su descanso y que si no le importaba que se sentará con ella, a lo que África asintió sonrojándose. El chico se le presento, le dijo que se llamaba Miguel y le confeso que no había podido evitar mirarla. África sonrió timidamente y para sí recordó que era la primera vez que hoy sonreía. Se sentía extraña, el descaró de Miguel le gustaba y sin embargo, era lo que siempre había detestado de los chicos que le entraban en la discoteca. Él era diferente y ella lo supo desde que se miraron, pero... ¿Y por que? ¿Por que él? Sin darse cuenta comenzaron a hablar entre ellos y ambos sintieron una conexion especial, ambos sentían como si se conocieran de toda la vida. Ella le explico su fatídico día y él le comento que estudiaba pero que era de otra ciudad y por eso, trabajaba allí cada tarde.
Entre tanta conversación las sonrisas, las miradas y los gestos fueron las armas de seducción. Los minutos pasaron y Miguel tenía que seguir trabajando, pero ambos se quedaron con ganas de conocerse más. África le prometió que volvería, que no iba a ser la única tarde que tomara café con ella. Y así fue, África regreso a la semana, y volvió a regresar, y cada vez la frecuencia era mayor. En menos de un mes, ella iba cada día a tomar el café con Miguel. Sin quererlo, se había enamorado de él y los besos y las caricias no tardaron en llegar. Todo parecía marchar sobre ruedas entre ellos, sin embargo algo no terminaba de funcionar. Miguel no aceptaba quedar con África fuera de la cafetería, ni más tiempo de lo que duraba su descanso y tomar el café. Al principio no solía molestarle, pero a medida que pasaba los días ella lo veía aun mas extraño. Ella quería que conociera a sus amigos, a su familia, su entorno en general, pero él tenia mil excusas para negar la invitación.
Un día, África volvió a la cafetería como cada tarde, pero Miguel no estaba allí. Ella pregunto al resto de empleados pero nadie sabia de que hablaba, nadie conocía a Miguel y ella creía que se estaba volviendo loca y que le estaban mintiendo. Cada tarde seguía llendo con la esperanza de que todo volviera a la normalidad, de que nadie la tomara como una enferma, y que Miguel se sentara a su lado de nuevo a tomar un café con ella. Sin embargo, Miguel nunca volvió. Pasaron los años, y el amor que África sentía por Miguel nunca desapareció. Una noche, después de 60 años, África murió y su alma voló y marcho al cielo. Una vez allí, abrió los ojos y vio aquel chico tan guapo que la enamoro con veinte años. Miguel estaba allí, siempre había sido el ángel de su guarda y ella sin saberlo, se había enamorado de el. Hoy en día, cada tarde, siguen tomando el café que los unió y que a día de hoy no los volverá a pasar. No se pudieron amar en cuerpo, pero lo harán en alma eternamente.
3 Corazones:
Extraño.. Pero PRECIOSO. Me gusta como escribes.
Hola, Astarielle!!
Aquí vengo, con mis notitas, jeje.
Te cuento lo que encontré en el relato: tienes que repasar cuidadosamente la puntuación. Es un error común, y una de las mejores formas de corregirlo es leyendo en voz alta. Yo ahora estoy usando un programa que lee lo que escribo, Loquendo se llama. Eso te ayudará a ver también qué frases "suenan mal" o donde repites una palabra o haces cacofonía.
También te faltaron muchos tildes, como en "limitó, disimuló, logró" que word no te los corrige como faltas porque puede no reconocerlos como verbos o no darse cuenta que hablas en pasado.
Tienes un par de errores de ortografía, como cuando dices "llendo" y en realidad es "yendo", y en "se sentará" que no es futuro y queda "se sentara".
Una de las frases un poco extrañas armadas que tienes es cuando dices "hoy sonreía". Queda mejor "sonreía hoy".
Por lo demás, está muy bien :-)
Besos!!
Lo de la puntuación me lo han dixo varias veces, krei k empezaba a superarlo, arggg. Lo vigilare.
Creo k tngo la mala costumnbre de no corregir las faltas en el momento y esperar al corrector.
M encantan tus kriticas, sigue haciendolo xfi
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