Eco
Ya había llegado la primavera, la estación más bonita que se podía ver en Levaren, y era el día más feliz de su vida: su madre había muerto.
Desde que era pequeña, Madelaine vivía entre cuatro paredes. Su madre no la dejaba salir de la mansión, no le dejaba estudiar y sobretodo no le dejaba ser feliz. Aprendió a leer y escribir gracias a la criada que le enseñaba a escondidas, cuando la señora de la casa no estaba. Paso largos años en la penumbra, atemorizada por su odiosa madre, hasta que llegó la muerte a pararle los pies.
Después de la repentina muerte, la joven se mudó a casa de sus tíos. Era una familia de lo más encantadora. Nunca habían tenido hijos por la enfermedad de la tía Margaret, cosa que lamentaban profundamente, y aceptaron con fervor cuidar de la muchacha. Cuando Madelaine se adentró en su nuevo hogar era una mundo nuevo para ella. Ya no tenía que estar encerrada nunca más en una habitación solitaria. Podría leer lo que quisiera y recorrer los jardines de la casa. Por fin podría ser feliz.
Un día, la tía Margaret le mandó a buscar agua al riachuelo que se encontraba en el bosque de atrás. Madelaine, sin dudarlo, obedeció. Le encantaba recorrer aquel lugar. Mientras caminaba tarareaba una hermosa canción y, cuando pasó al lado de un viejo pozo, la voz retumbó. La muchacha, asombrada inclinó la cabeza en aquella boca de piedra y dijo en voz alta:
-¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
Y la voz respondió:
-Ahí.
La ignorante joven supuso que en aquel agujero habría caído alguien, que por un descuido, se había tropezado, cayendo al vacío sin poder salir.
-¿Cómo te llamas? Yo me llamo Madelaine.
-Laine -respondió el ente.
"Bonito nombre" pensó la joven. Sin darse cuenta ya era muy tarde así que se fue a hacer los recados para no preocupar más a sus tíos.
- Encantada, Laine, pero tengo que irme. Adiós.
- Adiós.
Pasó el tiempo y Madelaine se obsesionó con aquel dulce sonido. Visitaba el pozo día tras día y conversaba con aquel extraño ser, mientras se preguntaba como sería su rostro, su cabello, su cuerpo. Se obsesionó de tal manera que acabó prendida de aquella voz. Se había enamorado de aquel extraño ser que habitaba en el fondo del pozo. Más su curiosidad pudo con ella y en un estado de desesperación intentó acercarse más a él. Pero era un pozo viejo y las piedras cedieron, dejándola caer, inocente e ignorante, hacia su muerte.
Su cuerpo yacía frágil y hermoso en su ataúd, mientras todos lloraban de pena. Y cuando quien sabe quien preguntó sobre su muerte, sus tíos solo pudieron decir:
-La mató su propia voz.
3 Corazones:
Que preciosidad! Te felicito! El texto es super sencillo pero está cargado de sentimiento. Además es muy original. Un beso enorme!
Bueno, después de esto pueden pasar a tirarme piedras, lechugas, lo que quieran xDDDD
K dicesss, si es precioso tu relato. No seas boba jajaja
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