¿Quién dice que el amor no está en el hielo?
-Vamos, ¡anda! Tú puedes.
-No, no lo creo Gael- dije mientras trataba de llegar a él sobre la resbalosa pista de hielo-. ¡Me
caeré!
-No temas preciosa, yo soy un buen maestro y sabes muy bien que no caerás mientras tengas las
piernas tan rectas. Relájate y ven a mí- contestó con una sonrisa en la boca.
Suspirando temblorosamente, aflojé un poco las piernas y traté de llegar a él. Avance un metro y
ya me estaba mareando. Alcé la vista hacia Gael y me di cuenta que se había trasladado 5 metro
más alejado de mí.
-¡No lo haré si te estarás moviendo cada vez más lejos!- grité furiosa y llena de pavor. Comenzó a
reírse y volvió a replicar:
-No temas preciosa, estarás bien- dijo y retrocedió un metro más hasta llegar a recargarse en la
pared con los brazos cruzados y una enorme sonrisa en el rostro.
Fulminándolo con la mirada y diciéndole un sarta de maldiciones en la mente continúe avanzando
poco a poco, era eso o quedarme como estatua en la mitad de la pista de hielo donde él me había
dejado.
Desliza un pie, desliza el otro, ¡muy bien! Ahora el otro, poquito, otro poquito. Me balance
horriblemente y estuve a punto de caer pero pude volver a estabilizarme sin golpear con el
trasero la pista de hielo. Alcé la vista esperando encontrarme con la sonrisa de Gael, pero él no
se encontraba ya ahí. Volteé a todos lado y no había ni rastro de él. La gente pasaba zumbando
alrededor de mí sin darse cuenta de que estaba sola.
Maldito Gael, se ha ido a comprar y me ha dejado sola.
Continúe avanzando poco a poco, mientras en mi cabeza me imaginada cientos de cosas horrible
de hacerle o decirle para pagarme aquello.
Me encontré con una protuberancia en el hielo con mi patín derecho, entonces estaba cayendo
al suelo. Me hubiera terminado de caer y golpear e suelo con el trasero si una persona no me
hubiera sujetado por las axilas y me hubiera estabilizado de nuevo.
-¿Te encuentras bien? -preguntó una voz masculina detrás de mí.
-Sí, estoy bien. Discúlpame…- comencé a decir, pero cuando alcé la mirado no puede hacer nada
más que quedándome mirándolo como babosa.
-Ok… y…. mmm… ¿estás aquí sola? –preguntó.
-Emmm... –me cachetee mentalmente para despertarme -. No, vine con un… amigo. Pero se fue-.
Contesté vacilante y deslumbrada por el movimiento de sus labios al hablar, por los pómulos altos
y firmes de su rostro, por su cabello negro corto detrás pero largo de adelante que le caía encima
de su frente intentando ocultar sus hermosos ojos miel.
- Ah, es la primera vez que vienes aquí- dijo afirmando.- ¿Es la primera vez que patinas, cierto? -
preguntó, aparentemente sin notar mi vacilación y la énfasis en amigo.
-De hecho sí, nunca había ido a una pista de hielo, ni mucho menos patinar en él.
-Entonces es un menso tu amigo, sin ofender- contestó.
-No, no me ofendes- dije sonrojándome.
-En ese caso, repito: es un menso. ¿Dejándote aquí sola para que te la veas tu misma? Eso no se
hace, puedo ayudarte… si quieres.
-Emmm…- mis mejillas se volvieron más rojas aún, pero asentí.
Me tomó un poco arriba del codo en el brazo derecho y empezó a señalarme como patinar.
Intentaba hacerle caso a sus instrucciones, pero su voz me distraía, y que me estuviera tocando lo
hacía todo más difícil aún.
-Lo estás haciendo muy bien, para ser tu primera vez-. Me alentó, momentos después de
instrucciones, sonrisas y risas.
-No es verdad-. Conteste sonrojándome.- Aún no me puedo deslizar más rápidamente.
-Jajá, no vas a aprender todo en media hora y ya te estás equilibrando bien.
-Bueno, entonces creo que es lo mucho que intentaré este día.
-Debes practicar más seguido, eso es todo-, Se calló y se quedó pensando un momento-. Parece
que tu amigo ya se fue.
-¿Qué?-. Había olvidado a Gael por completo.- Cierto, no sé a donde habrá ido-. Miré mi reloj y ya
habían transcurrido dos horas, solo quedaban tres personas en la pista. – Ya transcurrieron dos
horas, creo que ya van a cerrar.
-¿Tres horas dices? ¡Vaya! Ni las sentí-. Me sonrío y mes rodillas se aflojaron, me hubiera caído si
él no me estuviera todavía sujetando.
-Bueno, creo que ya tengo que irme- dije tristemente y suspirando para mis adentros.
Bueno… no podía durar para siempre.
-De acuerdo, te ayudo a salir.
Salimos de la pista de baile y me dirigí a donde habíamos dejado Gael y yo las mochila, la de él aún
se encontraba ahí, que extraño.
Él me siguió a donde estaba y me dijo que iría al lugar donde estaba su mochila a quitarse los
patines también.
Estaba terminando de anudar las agujetas del ultimo tenis cuando el ya listo con su mochila al
hombro.
-Bueno, yo ya tengo que irme-. Dijo un poco vacilante.
-Mmm… está bien, yo también… solo… que mi amigo aún no regresa. Pero te acompaño a la salida
si quieres.
-¡Por supuesto! –exclamó alegremente con una sonrisa. Caminamos en silencio a la salida, en un
silencio muy agradable. Cuando llegamos a ella, los dos vacilamos.
-Bueno… -comencé yo. –Me disculpo por hacerte perder tres horas en mí.
-¿Qué? ¡Oh! No, no te disculpes. Me la pase muy bien contigo, y no fue pérdida de tiempo, paso
mucho tiempo aquí, así que no te preocupes.
-¿Vienes mucho? Pues… espero volverte a verte aquí, para que me sigas enseñando –dije en
bromeando, pero al parecer él no lo tomó como una broma.
-Cuando quieras, si quieres puede ser mañana a la misma hora. Bueno, nos vemos mañana. Adiós
–dijo son darme tiempo de replicar, dio media vuelta y comenzó a marcharse.
-Adiós. ¡Eh! ¡Espera! –se detuvo y volteo a mirarme.- No sé tu nombre.
-Me llamo Eros, adiós Lluvia –contestó con una sonrisa, dio media vuelta y se marchó.
No recordaba haberle dicho el mío.
Di media vuelta y volví a entrar. Al llegar a donde había dejado mi mochila estaba Gael. Muy
furiosa y desconcertada me dirigí a él.
-¿Dónde rayos te metiste? ¿Por qué me dejaste ahí sola?
-¿Qué? –preguntó él, con una voz y expresión en el rostro de ensoñación. –Tuve que ir al baño. Lo
siento.
-¿Tres horas en el baño?
-¿Qué?- volvió a replicar, entonces miró su reloj y dijo –Ya es tarde, vámonos.
Sin siquiera notar mi enojo recogió su mochila y la mía, entonces se dirigió a la salida. Sin otra cosa
más que hacer lo seguí y me fui con él.
Esto sí que es extraño. Me dije. Pero… ¡ah bueno! Al menos aprendí a patinar algo.
Nos marchamos de allí, pero sabía que volvería al otro día… y al siguiente después.
-Vamos, ¡anda! Tú puedes.
-No, no lo creo Gael- dije mientras trataba de llegar a él sobre la resbalosa pista de hielo-. ¡Me
caeré!
-No temas preciosa, yo soy un buen maestro y sabes muy bien que no caerás mientras tengas las
piernas tan rectas. Relájate y ven a mí- contestó con una sonrisa en la boca.
Suspirando temblorosamente, aflojé un poco las piernas y traté de llegar a él. Avance un metro y
ya me estaba mareando. Alcé la vista hacia Gael y me di cuenta que se había trasladado 5 metro
más alejado de mí.
-¡No lo haré si te estarás moviendo cada vez más lejos!- grité furiosa y llena de pavor. Comenzó a
reírse y volvió a replicar:
-No temas preciosa, estarás bien- dijo y retrocedió un metro más hasta llegar a recargarse en la
pared con los brazos cruzados y una enorme sonrisa en el rostro.
Fulminándolo con la mirada y diciéndole un sarta de maldiciones en la mente continúe avanzando
poco a poco, era eso o quedarme como estatua en la mitad de la pista de hielo donde él me había
dejado.
Desliza un pie, desliza el otro, ¡muy bien! Ahora el otro, poquito, otro poquito. Me balance
horriblemente y estuve a punto de caer pero pude volver a estabilizarme sin golpear con el
trasero la pista de hielo. Alcé la vista esperando encontrarme con la sonrisa de Gael, pero él no
se encontraba ya ahí. Volteé a todos lado y no había ni rastro de él. La gente pasaba zumbando
alrededor de mí sin darse cuenta de que estaba sola.
Maldito Gael, se ha ido a comprar y me ha dejado sola.
Continúe avanzando poco a poco, mientras en mi cabeza me imaginada cientos de cosas horrible
de hacerle o decirle para pagarme aquello.
Me encontré con una protuberancia en el hielo con mi patín derecho, entonces estaba cayendo
al suelo. Me hubiera terminado de caer y golpear e suelo con el trasero si una persona no me
hubiera sujetado por las axilas y me hubiera estabilizado de nuevo.
-¿Te encuentras bien? -preguntó una voz masculina detrás de mí.
-Sí, estoy bien. Discúlpame…- comencé a decir, pero cuando alcé la mirado no puede hacer nada
más que quedándome mirándolo como babosa.
-Ok… y…. mmm… ¿estás aquí sola? –preguntó.
-Emmm... –me cachetee mentalmente para despertarme -. No, vine con un… amigo. Pero se fue-.
Contesté vacilante y deslumbrada por el movimiento de sus labios al hablar, por los pómulos altos
y firmes de su rostro, por su cabello negro corto detrás pero largo de adelante que le caía encima
de su frente intentando ocultar sus hermosos ojos miel.
- Ah, es la primera vez que vienes aquí- dijo afirmando.- ¿Es la primera vez que patinas, cierto? -
preguntó, aparentemente sin notar mi vacilación y la énfasis en amigo.
-De hecho sí, nunca había ido a una pista de hielo, ni mucho menos patinar en él.
-Entonces es un menso tu amigo, sin ofender- contestó.
-No, no me ofendes- dije sonrojándome.
-En ese caso, repito: es un menso. ¿Dejándote aquí sola para que te la veas tu misma? Eso no se
hace, puedo ayudarte… si quieres.
-Emmm…- mis mejillas se volvieron más rojas aún, pero asentí.
Me tomó un poco arriba del codo en el brazo derecho y empezó a señalarme como patinar.
Intentaba hacerle caso a sus instrucciones, pero su voz me distraía, y que me estuviera tocando lo
hacía todo más difícil aún.
-Lo estás haciendo muy bien, para ser tu primera vez-. Me alentó, momentos después de
instrucciones, sonrisas y risas.
-No es verdad-. Conteste sonrojándome.- Aún no me puedo deslizar más rápidamente.
-Jajá, no vas a aprender todo en media hora y ya te estás equilibrando bien.
-Bueno, entonces creo que es lo mucho que intentaré este día.
-Debes practicar más seguido, eso es todo-, Se calló y se quedó pensando un momento-. Parece
que tu amigo ya se fue.
-¿Qué?-. Había olvidado a Gael por completo.- Cierto, no sé a donde habrá ido-. Miré mi reloj y ya
habían transcurrido dos horas, solo quedaban tres personas en la pista. – Ya transcurrieron dos
horas, creo que ya van a cerrar.
-¿Tres horas dices? ¡Vaya! Ni las sentí-. Me sonrío y mes rodillas se aflojaron, me hubiera caído si
él no me estuviera todavía sujetando.
-Bueno, creo que ya tengo que irme- dije tristemente y suspirando para mis adentros.
Bueno… no podía durar para siempre.
-De acuerdo, te ayudo a salir.
Salimos de la pista de baile y me dirigí a donde habíamos dejado Gael y yo las mochila, la de él aún
se encontraba ahí, que extraño.
Él me siguió a donde estaba y me dijo que iría al lugar donde estaba su mochila a quitarse los
patines también.
Estaba terminando de anudar las agujetas del ultimo tenis cuando el ya listo con su mochila al
hombro.
-Bueno, yo ya tengo que irme-. Dijo un poco vacilante.
-Mmm… está bien, yo también… solo… que mi amigo aún no regresa. Pero te acompaño a la salida
si quieres.
-¡Por supuesto! –exclamó alegremente con una sonrisa. Caminamos en silencio a la salida, en un
silencio muy agradable. Cuando llegamos a ella, los dos vacilamos.
-Bueno… -comencé yo. –Me disculpo por hacerte perder tres horas en mí.
-¿Qué? ¡Oh! No, no te disculpes. Me la pase muy bien contigo, y no fue pérdida de tiempo, paso
mucho tiempo aquí, así que no te preocupes.
-¿Vienes mucho? Pues… espero volverte a verte aquí, para que me sigas enseñando –dije en
bromeando, pero al parecer él no lo tomó como una broma.
-Cuando quieras, si quieres puede ser mañana a la misma hora. Bueno, nos vemos mañana. Adiós
–dijo son darme tiempo de replicar, dio media vuelta y comenzó a marcharse.
-Adiós. ¡Eh! ¡Espera! –se detuvo y volteo a mirarme.- No sé tu nombre.
-Me llamo Eros, adiós Lluvia –contestó con una sonrisa, dio media vuelta y se marchó.
No recordaba haberle dicho el mío.
Di media vuelta y volví a entrar. Al llegar a donde había dejado mi mochila estaba Gael. Muy
furiosa y desconcertada me dirigí a él.
-¿Dónde rayos te metiste? ¿Por qué me dejaste ahí sola?
-¿Qué? –preguntó él, con una voz y expresión en el rostro de ensoñación. –Tuve que ir al baño. Lo
siento.
-¿Tres horas en el baño?
-¿Qué?- volvió a replicar, entonces miró su reloj y dijo –Ya es tarde, vámonos.
Sin siquiera notar mi enojo recogió su mochila y la mía, entonces se dirigió a la salida. Sin otra cosa
más que hacer lo seguí y me fui con él.
Esto sí que es extraño. Me dije. Pero… ¡ah bueno! Al menos aprendí a patinar algo.
Nos marchamos de allí, pero sabía que volvería al otro día… y al siguiente después.
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