La Prisionera
[Prisión de Máxima Seguridad para humanos catalogados cómo Extracorpóreos. Mi
invitada me espera en una pequeña habitación húmeda y oscura. Hace un amago de
levantarse y de ofrecerme las manos engrilletadas, aunque desiste. Me sorprende que
pueda cargar con esos hierros toscos y oxidados, pues su aspecto es joven y delicado. El
guardia me hace una señal y golpea la esfera luminosa de su reloj. 15 minutos. Si pierdo
esta oportunidad, sospecho que ni la montaña de papeleo burocrático que he tenido que
cubrir para llegar hasta allí va a ser efectivo. Apilo mis hojas y empiezo la entrevista,
aunque la muchacha se mueve inquieta en su asiento y comienza a hablar sin que le
pregunte. Las cadenas tintinean al compás de su respiración agitada pero contenida].
Nadie te dice que va a doler. Siempre te cuentan que es un momento especial y que
debes reservarte para la persona adecuada. Pues bien, mi primera vez, ni fue especial,
ni fue adecuado. ¿Alguna vez le han clavado un cuchillo en el pecho y lo han girado
lentamente? [reproduce el gesto con la mano derecha]. Es cómo si te laceraran el alma,
si es que aún sigue dentro después de que tu cuerpo haya sido mancillado.
Mi aldea era pequeña, pobre, y estaba justo en los límites de los terrenos del Amo.
Las gentes eran sencillas, y se afanaban en pagar el cada vez más exigente tributo que
venían puntualmente a decomisarnos dos veces por año. Nosotros cumplíamos, claro;
no nos quedaba otra. Pero aún así, sospechábamos que hacía tiempo que se nos había
abandonado a nuestra suerte. Era un lugar bonito y apacible, si es que es posible hablar
en esos términos después del Gran Despertar. [mira al techo y suspira. Esperaba que
llorara, pero casi parece aburrida].
Usted me recuerda a él, tan galante, tan apuesto, tan seguro de sí mismo. Yo le conocí
cuando no teníamos con qué pagar el tributo y empezaron a aceptar prendas. Eso era
yo [esgrime una mueca grotesca, casi una sonrisa]: una Prenda. Algo de usar y tirar.
Pero él se sentía atraído por mí. La primera noche, me sentó a su lado, y ordenó al resto
de sus convidadas que abandonaran la sala. Yo aún no comprendía la gravedad de ese
gesto sencillo: en un segundo, me había convertido en su favorita y en la más odiada del
harem; me había granjeado un puñado de peligrosas enemigas sin quererlo. El percibía
mi miedo, lo aspiraba cómo si fuera un aroma. Me cubrió de besos cómo si sus labios
fueran un pañuelo. Su piel estaba ardiendo, cómo en un estado febril. Sola, abandonada
a mi suerte en aquella mansión misteriosa, marginada y envidiada, me dejé llevar. De
pronto, mi captor se había convertido en una llama de vela que me alumbraba dentro de
aquel espeso desasosiego y desarraigo. Cometí el error de confiar en él. No tenía nada
más a lo que agarrarme [me observa atentamente, quizás esperando mi respuesta o el
más leve detalle que revele mi perturbación. Mantengo el rictus y la invito a proseguir].
¡Y cómo me trataba! De pronto era una princesita colmada de regalos, vestidos y
joyas. Vivía apartada del resto, en el torreón más alto, y sólo me relacionaba con los
mudos sirvientes. Ninguno me miraba a la cara, pero a mi no me importaba porque
estaba viviendo un sueño. Nunca les ví el rostro; él se aseguró de conseguirme ese
alivio. Cuando recuerdo aquellos dias, no puedo dejar de pensar en lo tonta que era, y
me pregunto si ya lo sabía. Supongo que sí, que había un resquicio de duda viviendo
en mi corazón, pero yo supe acallarlo con fantasías, y él con presentes. Era, de algún
modo, feliz. Y mi educación de campesina sabía que no me merecía tanto. [Me siento
incómodo al escuchar su historia, pues yo viví algo parecido; me preocupa que las
coincidencias den al traste con su bendita ignorancia, así que me reclinó y me hundo en
las sombras. Ella no parece darse cuenta de mi perturbación].
El no era un vampiro [emite un gruñido, algo parecido a una risa de pega]. Los
vampiros no se comportan así; no necesitan engañar a una niñita para beberse su sangre.
Además, sería la excusa perfecta para ejecutarle: decapitado por pertenecer a aquellos
monstruos de quién debe protegernos. No. Él resultó ser algo peor, ¡pero cómo yo le
quería! [No puedo evitar tragar saliva, y ella lo nota. Sondea en mis ojos y, por suerte,
solo ve el miedo que albergan; nada más. Acabo de revelar las verdaderas intenciones
de mi visita, y no me extrañaría que los guardias también lo supieran]. Los sentimientos
no tienen parangón, monsieur. Ni siquiera han de ser correspondidos. Son el summun
de nuestra humanidad, y son muy poderosos, desde luego. Un tipo de magia que la
ciencia aún no ha llegado a comprender. [Asiento. Pues estoy de acuerdo con ella. En
otra situación, sonreiría cómo antaño, pues sus palabras casi me parecen divertidas. La
complicidad es algo que nunca desaparece. Una pista que aún no le puedo regalar].
Me eligió porque podía ver mi potencial, o porque me amaba; no sé que creer. El
resto de chicas habían llegado hasta sus aposentos obligadas por las circunstancias,
y abrigaban la esperanza de sobrevivir siendo serviciales. A mi no me importaba mi
vida, sólo que mi familia estuviera a salvo. Me entregué en cuerpo y alma y disfrute
cada segundo y caricia. Así pues, yo era un verdadero sacrificio; un caramelito sobre
la almohada, pues lo estaba dando todo sin esperar para mi nada a cambio. Bueno,
quizás un poco de alivio [frunce el ceño. Sabe que ahí esta su error, y el origen
mismo del desastre que aniquiló a todas las gentes de aquella región]. Creo que él
se equivocó. Supongo que estaba desesperado; se le acababa el tiempo y el escudo
mágico cada vez era más débil. Era un todo o nada. Cuando pienso en el peso de aquél
pecado… [lógicamente, las esposas que rodean sus muñecas comienzan a volverse más
pesadas. El mismo pensamiento hace que reaccionen, y traten de anular la voluntad
de su portadora. Nunca las había visto funcionar, y me alegro de que mi creación dé
resultados; aún así, me destroza el alma verla sufrir. Ella se resiste y aleja esas imágenes
de su mente, una vida casi eterna le ha entrenado en el arte de la brujería].
El sujetaba la daga con que apuñalé a esos silenciosos infelices; aún percibo su aroma y
su abrazo dulce. Sus palabras al oído, rogándome que no tuviera miedo, me acompañan
cada noche. Él no me dijo que cometer asesinato pudiera llegar a doler tanto. Pero no
puedo recordar su tono voz, cómo tantas otras cosas, pero sé rememorar detalles a partir
de mis sentimientos. Aún le amo, así que dispongo de memoria [cierra los ojos y me
deleita con un semblante relajado y feliz. De nuevo, temo actuar antes de tiempo]. Yo
sabía que era un sacrificio necesario para todos. Un ritual mágico poderoso, y por eso
no le guardo rencor; todos pagamos un precio, ¿sabe?. Yo perdí a mi gente, mi tierra y
mi libertad; mi familia perdió la vida; y él perdió sus poderes, su identidad y su honor.
Todo por un bien mayor. Mi único consuelo es que él prometió volver a por mí;
presentarse ante mí con un rostro nuevo, y entonces me preguntaría si le guardo rencor
y me rescataría. Pero yo no puedo odiarle, le amo demasiado para que esa oscuridad me
destruya. Además, juntos salvamos al país de la plaga.¡Nosotros fuimos los que
empezamos el Gran Sueño! No. Jamás podría renegar de sus besos. Es lo único que aún
me pertenece. [Sus ojos se encuentran con los míos y me pregunta quién soy con las
pupilas. Decido surgir de las sombras y dejo que me mire. Esgrimo la pluma que ha
permanecido apoyada sobre el grueso fajo de hojas de pergamino como si fuera un
arma. Ella no se inmuta cuando la libero de sus ataduras, ni cuando le corto el cuello al
puñado de guardias que acuden en mi encuentro. Me mira con ojos refulgentes y
cargados de sentimientos. Me mira cómo lo hizo el día que la conocí en el castillo.
Reconozco dos verdades en sus pupilas: amor y alivio.]
[Prisión de Máxima Seguridad para humanos catalogados cómo Extracorpóreos. Mi
invitada me espera en una pequeña habitación húmeda y oscura. Hace un amago de
levantarse y de ofrecerme las manos engrilletadas, aunque desiste. Me sorprende que
pueda cargar con esos hierros toscos y oxidados, pues su aspecto es joven y delicado. El
guardia me hace una señal y golpea la esfera luminosa de su reloj. 15 minutos. Si pierdo
esta oportunidad, sospecho que ni la montaña de papeleo burocrático que he tenido que
cubrir para llegar hasta allí va a ser efectivo. Apilo mis hojas y empiezo la entrevista,
aunque la muchacha se mueve inquieta en su asiento y comienza a hablar sin que le
pregunte. Las cadenas tintinean al compás de su respiración agitada pero contenida].
Nadie te dice que va a doler. Siempre te cuentan que es un momento especial y que
debes reservarte para la persona adecuada. Pues bien, mi primera vez, ni fue especial,
ni fue adecuado. ¿Alguna vez le han clavado un cuchillo en el pecho y lo han girado
lentamente? [reproduce el gesto con la mano derecha]. Es cómo si te laceraran el alma,
si es que aún sigue dentro después de que tu cuerpo haya sido mancillado.
Mi aldea era pequeña, pobre, y estaba justo en los límites de los terrenos del Amo.
Las gentes eran sencillas, y se afanaban en pagar el cada vez más exigente tributo que
venían puntualmente a decomisarnos dos veces por año. Nosotros cumplíamos, claro;
no nos quedaba otra. Pero aún así, sospechábamos que hacía tiempo que se nos había
abandonado a nuestra suerte. Era un lugar bonito y apacible, si es que es posible hablar
en esos términos después del Gran Despertar. [mira al techo y suspira. Esperaba que
llorara, pero casi parece aburrida].
Usted me recuerda a él, tan galante, tan apuesto, tan seguro de sí mismo. Yo le conocí
cuando no teníamos con qué pagar el tributo y empezaron a aceptar prendas. Eso era
yo [esgrime una mueca grotesca, casi una sonrisa]: una Prenda. Algo de usar y tirar.
Pero él se sentía atraído por mí. La primera noche, me sentó a su lado, y ordenó al resto
de sus convidadas que abandonaran la sala. Yo aún no comprendía la gravedad de ese
gesto sencillo: en un segundo, me había convertido en su favorita y en la más odiada del
harem; me había granjeado un puñado de peligrosas enemigas sin quererlo. El percibía
mi miedo, lo aspiraba cómo si fuera un aroma. Me cubrió de besos cómo si sus labios
fueran un pañuelo. Su piel estaba ardiendo, cómo en un estado febril. Sola, abandonada
a mi suerte en aquella mansión misteriosa, marginada y envidiada, me dejé llevar. De
pronto, mi captor se había convertido en una llama de vela que me alumbraba dentro de
aquel espeso desasosiego y desarraigo. Cometí el error de confiar en él. No tenía nada
más a lo que agarrarme [me observa atentamente, quizás esperando mi respuesta o el
más leve detalle que revele mi perturbación. Mantengo el rictus y la invito a proseguir].
¡Y cómo me trataba! De pronto era una princesita colmada de regalos, vestidos y
joyas. Vivía apartada del resto, en el torreón más alto, y sólo me relacionaba con los
mudos sirvientes. Ninguno me miraba a la cara, pero a mi no me importaba porque
estaba viviendo un sueño. Nunca les ví el rostro; él se aseguró de conseguirme ese
alivio. Cuando recuerdo aquellos dias, no puedo dejar de pensar en lo tonta que era, y
me pregunto si ya lo sabía. Supongo que sí, que había un resquicio de duda viviendo
en mi corazón, pero yo supe acallarlo con fantasías, y él con presentes. Era, de algún
modo, feliz. Y mi educación de campesina sabía que no me merecía tanto. [Me siento
incómodo al escuchar su historia, pues yo viví algo parecido; me preocupa que las
coincidencias den al traste con su bendita ignorancia, así que me reclinó y me hundo en
las sombras. Ella no parece darse cuenta de mi perturbación].
El no era un vampiro [emite un gruñido, algo parecido a una risa de pega]. Los
vampiros no se comportan así; no necesitan engañar a una niñita para beberse su sangre.
Además, sería la excusa perfecta para ejecutarle: decapitado por pertenecer a aquellos
monstruos de quién debe protegernos. No. Él resultó ser algo peor, ¡pero cómo yo le
quería! [No puedo evitar tragar saliva, y ella lo nota. Sondea en mis ojos y, por suerte,
solo ve el miedo que albergan; nada más. Acabo de revelar las verdaderas intenciones
de mi visita, y no me extrañaría que los guardias también lo supieran]. Los sentimientos
no tienen parangón, monsieur. Ni siquiera han de ser correspondidos. Son el summun
de nuestra humanidad, y son muy poderosos, desde luego. Un tipo de magia que la
ciencia aún no ha llegado a comprender. [Asiento. Pues estoy de acuerdo con ella. En
otra situación, sonreiría cómo antaño, pues sus palabras casi me parecen divertidas. La
complicidad es algo que nunca desaparece. Una pista que aún no le puedo regalar].
Me eligió porque podía ver mi potencial, o porque me amaba; no sé que creer. El
resto de chicas habían llegado hasta sus aposentos obligadas por las circunstancias,
y abrigaban la esperanza de sobrevivir siendo serviciales. A mi no me importaba mi
vida, sólo que mi familia estuviera a salvo. Me entregué en cuerpo y alma y disfrute
cada segundo y caricia. Así pues, yo era un verdadero sacrificio; un caramelito sobre
la almohada, pues lo estaba dando todo sin esperar para mi nada a cambio. Bueno,
quizás un poco de alivio [frunce el ceño. Sabe que ahí esta su error, y el origen
mismo del desastre que aniquiló a todas las gentes de aquella región]. Creo que él
se equivocó. Supongo que estaba desesperado; se le acababa el tiempo y el escudo
mágico cada vez era más débil. Era un todo o nada. Cuando pienso en el peso de aquél
pecado… [lógicamente, las esposas que rodean sus muñecas comienzan a volverse más
pesadas. El mismo pensamiento hace que reaccionen, y traten de anular la voluntad
de su portadora. Nunca las había visto funcionar, y me alegro de que mi creación dé
resultados; aún así, me destroza el alma verla sufrir. Ella se resiste y aleja esas imágenes
de su mente, una vida casi eterna le ha entrenado en el arte de la brujería].
El sujetaba la daga con que apuñalé a esos silenciosos infelices; aún percibo su aroma y
su abrazo dulce. Sus palabras al oído, rogándome que no tuviera miedo, me acompañan
cada noche. Él no me dijo que cometer asesinato pudiera llegar a doler tanto. Pero no
puedo recordar su tono voz, cómo tantas otras cosas, pero sé rememorar detalles a partir
de mis sentimientos. Aún le amo, así que dispongo de memoria [cierra los ojos y me
deleita con un semblante relajado y feliz. De nuevo, temo actuar antes de tiempo]. Yo
sabía que era un sacrificio necesario para todos. Un ritual mágico poderoso, y por eso
no le guardo rencor; todos pagamos un precio, ¿sabe?. Yo perdí a mi gente, mi tierra y
mi libertad; mi familia perdió la vida; y él perdió sus poderes, su identidad y su honor.
Todo por un bien mayor. Mi único consuelo es que él prometió volver a por mí;
presentarse ante mí con un rostro nuevo, y entonces me preguntaría si le guardo rencor
y me rescataría. Pero yo no puedo odiarle, le amo demasiado para que esa oscuridad me
destruya. Además, juntos salvamos al país de la plaga.¡Nosotros fuimos los que
empezamos el Gran Sueño! No. Jamás podría renegar de sus besos. Es lo único que aún
me pertenece. [Sus ojos se encuentran con los míos y me pregunta quién soy con las
pupilas. Decido surgir de las sombras y dejo que me mire. Esgrimo la pluma que ha
permanecido apoyada sobre el grueso fajo de hojas de pergamino como si fuera un
arma. Ella no se inmuta cuando la libero de sus ataduras, ni cuando le corto el cuello al
puñado de guardias que acuden en mi encuentro. Me mira con ojos refulgentes y
cargados de sentimientos. Me mira cómo lo hizo el día que la conocí en el castillo.
Reconozco dos verdades en sus pupilas: amor y alivio.]
5 Corazones:
Narrador, eres un artista. No tengo palabras... Felicidades!!
Narrador lo hace perfecto siempre. Es la ostia!
Ya te digo. Mañana está programado su relato para el concurso disparates. Yo, sin ánimos de ofender ( y sin decir que el tuyo está mal )lo veo el mejor. Un beso!
Eso me llego en lo mas hondo Loky!!!
Lo que puede llegar a manipular un hombre ¬¬. Luego dicen jajaja.
Es bromaaa
:P jejejeje
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