Amanda Winter
La calle está oscura. Es medianoche, y como siempre ando sola y vagabundeando por las calles.
Así soy yo.
Tengo 23 años y odio mi vida. Jamás he encajado en ningún sitio. Ya desde pequeña, la gente
sabía que yo no era normal. No es que haga cosas impresionantes, como leer la mente, o
mover objetos. No. Más bien es todo lo contrario. Mi apariencia física es extraña. Tengo el pelo
blanco como la nieve, y ojos de un púrpura muy oscuro, lo que hace que la gente tenga miedo
de mi. Eso es todo, tan solo una alteración genética. Ni superpoderes, ni telepatía….nada.
No hay nada bueno en mi vida. Nadie quiere estar conmigo. Jamás he tenido un amigo, ni tan
siquiera a mis padres.
Hasta hoy.
Marcho camino a casa después de un arduo día de trabajo en las alcantarillas. ¿Qué, por qué
trabajo allí?, porque nadie me ve, y de esa forma evito miradas indeseadas hacia mi persona.
Siempre me encuentro más cómoda de noche. Se que parece raro, no hay nadie por la calle,
todo está en silencio….pero prosigo mi camino y me adentro en Central Park.
Esta noche todo está demasiado tranquilo, pero no me importa, si algo malo me sucediese
nadie se daría cuenta. Nunca he tenido una familia y desde luego no espero encontrarla en
este momento.
Oigo un ruido entre los árboles pero no me asusto. Es la gente la que huye de mí, es con lo que
me ha tocado crecer, y es así como tendré que morir. El amor no está hecho para personas
como yo. Simplemente no creo en el amor.
Vuelvo a escuchar un sonido entre la maleza, así que me acerco para averiguarlo. Cual es mi
sorpresa al encontrarme con algo que no esperaba.
-Buenas noches bella dama- un hombre de unos treinta años sale de entre las sombras. Sus
cabellos son negros como el carbón mojado, y sus ojos…sus ojos son… ¡rojos!
El apuesto joven nota mi sorpresa. Es alto y musculoso, va vestido con un traje gris oscuro,
combinado con un chaleco y una corbata color esmeralda. Me saluda con una reverencia y se
desabrocha el botón de la americana. Estoy muda, jamás había conocido a nadie con mi misma
peculiaridad.
-Mi nombre es Nicholas. Nicholas Blake, ¿Y el tuyo es….?-
Mis labios están paralizados. Nadie me había mirado a los ojos tan profundamente como aquel
apuesto caballero. Mi mente trabaja al ciento diez por cien, pero mis labios no se mueven.
-Bien, veo que no tienes nombre, o puede que no quieras decírmelo. Es lógico, imagino lo
asustada que puedes estar…- sus palabras suenan como un suave ronroneo felino.
-Amanda Winter- consigo decir al fin- ese es mi nombre, y no estoy asustada. ¿Acaso debería
estarlo?-. Mi corazón late irregularmente, y mi respiración se entrecorta conforme él se va
acercando a mí.
-Parece que al final no estás muda…- camina alrededor mío en círculos, puedo escuchar lo
que dice entre susurros -jamás había visto nada como tú… eres extraordinaria; ese pelo, esos
ojos…, esa electricidad que sale por cada poro de tu cuerpo…- por fin sube el tono de voz y
dice:
-Eres especial Amanda. Tanto como jamás puedas imaginarlo. Debajo de toda esa suciedad,
la cual, me había hecho pensar que mi cena iba a ser un vagabundo… me encuentro con esta
magnífica y extraordinaria sorpresa- me mira intensamente a los ojos deteniéndose delante de
mí, a solo unos centímetros de mi boca -¿tienes miedo pequeña?-.
-No. Nunca tengo miedo. Es solo que… jamás nadie me había dicho nada parecido a lo
que acabo de escucharle decir…- noto como el rubor aparece en mis mejillas. Se aparta
ligeramente de mí, y esboza una media sonrisa.
-No te puedes hacer una idea de lo que te espera querida. Vas a ser muy, muy poderosa, y
claro está…- mis ojos se cierran y noto un tacto helado en mi rostro, alza mi barbilla y noto su
delicioso aliento en mis labios- siempre, escúchame bien Amanda, siempre estarás a mi lado-.
Sus labios rozan los míos por vez primera, se me doblan las piernas, pero antes de caer,
Nicholas me sujeta firmemente, y mientras me envuelve en un beso suavemente profundo,
noto como nos tumba en la hierba. Mi mente trabaja muy lentamente, sé que algo va a
ocurrir, pero realmente no estoy segura de que. Puedo sentir como mis articulaciones ceden y
se dejan llevar por un mar de escalofríos tremendamente placenteros. Mi cabeza es sostenida
por Nicholas quien no deja de acariciar mi cabello, hasta que deja resbalar la mano hasta mi
corazón. Se separa de mí, y me dice una última cosa.
-Mi amor, mi dulce niña. Ya nada volverá a lastimarte, nunca volverás a estar sola. Pero antes,
debes superar una prueba muy difícil- intento abrir los ojos, pero no me deja- no. Debes
permanecer relajada. Yo estaré aquí durante todo el proceso. Pero por favor te lo pido…- noto
como su voz se quiebra- no mueras-.
Abro los ojos asustada, y la última imagen que llego a vislumbrar, son unos enormes y
afilados caninos que se dirigen a mi garganta. Antes de poder gritar, noto un dolor punzante y
desgarrador en el cuello. Después todo se vuelve negro.
***
Ahora estoy sola. Debo aguantar este tremendo dolor que amenaza con desgarrar hasta la
última parte de mí ser. No puedo fallarle, tengo que aguantar.
Ya no voy a estar sola nunca más.
La calle está oscura. Es medianoche, y como siempre ando sola y vagabundeando por las calles.
Así soy yo.
Tengo 23 años y odio mi vida. Jamás he encajado en ningún sitio. Ya desde pequeña, la gente
sabía que yo no era normal. No es que haga cosas impresionantes, como leer la mente, o
mover objetos. No. Más bien es todo lo contrario. Mi apariencia física es extraña. Tengo el pelo
blanco como la nieve, y ojos de un púrpura muy oscuro, lo que hace que la gente tenga miedo
de mi. Eso es todo, tan solo una alteración genética. Ni superpoderes, ni telepatía….nada.
No hay nada bueno en mi vida. Nadie quiere estar conmigo. Jamás he tenido un amigo, ni tan
siquiera a mis padres.
Hasta hoy.
Marcho camino a casa después de un arduo día de trabajo en las alcantarillas. ¿Qué, por qué
trabajo allí?, porque nadie me ve, y de esa forma evito miradas indeseadas hacia mi persona.
Siempre me encuentro más cómoda de noche. Se que parece raro, no hay nadie por la calle,
todo está en silencio….pero prosigo mi camino y me adentro en Central Park.
Esta noche todo está demasiado tranquilo, pero no me importa, si algo malo me sucediese
nadie se daría cuenta. Nunca he tenido una familia y desde luego no espero encontrarla en
este momento.
Oigo un ruido entre los árboles pero no me asusto. Es la gente la que huye de mí, es con lo que
me ha tocado crecer, y es así como tendré que morir. El amor no está hecho para personas
como yo. Simplemente no creo en el amor.
Vuelvo a escuchar un sonido entre la maleza, así que me acerco para averiguarlo. Cual es mi
sorpresa al encontrarme con algo que no esperaba.
-Buenas noches bella dama- un hombre de unos treinta años sale de entre las sombras. Sus
cabellos son negros como el carbón mojado, y sus ojos…sus ojos son… ¡rojos!
El apuesto joven nota mi sorpresa. Es alto y musculoso, va vestido con un traje gris oscuro,
combinado con un chaleco y una corbata color esmeralda. Me saluda con una reverencia y se
desabrocha el botón de la americana. Estoy muda, jamás había conocido a nadie con mi misma
peculiaridad.
-Mi nombre es Nicholas. Nicholas Blake, ¿Y el tuyo es….?-
Mis labios están paralizados. Nadie me había mirado a los ojos tan profundamente como aquel
apuesto caballero. Mi mente trabaja al ciento diez por cien, pero mis labios no se mueven.
-Bien, veo que no tienes nombre, o puede que no quieras decírmelo. Es lógico, imagino lo
asustada que puedes estar…- sus palabras suenan como un suave ronroneo felino.
-Amanda Winter- consigo decir al fin- ese es mi nombre, y no estoy asustada. ¿Acaso debería
estarlo?-. Mi corazón late irregularmente, y mi respiración se entrecorta conforme él se va
acercando a mí.
-Parece que al final no estás muda…- camina alrededor mío en círculos, puedo escuchar lo
que dice entre susurros -jamás había visto nada como tú… eres extraordinaria; ese pelo, esos
ojos…, esa electricidad que sale por cada poro de tu cuerpo…- por fin sube el tono de voz y
dice:
-Eres especial Amanda. Tanto como jamás puedas imaginarlo. Debajo de toda esa suciedad,
la cual, me había hecho pensar que mi cena iba a ser un vagabundo… me encuentro con esta
magnífica y extraordinaria sorpresa- me mira intensamente a los ojos deteniéndose delante de
mí, a solo unos centímetros de mi boca -¿tienes miedo pequeña?-.
-No. Nunca tengo miedo. Es solo que… jamás nadie me había dicho nada parecido a lo
que acabo de escucharle decir…- noto como el rubor aparece en mis mejillas. Se aparta
ligeramente de mí, y esboza una media sonrisa.
-No te puedes hacer una idea de lo que te espera querida. Vas a ser muy, muy poderosa, y
claro está…- mis ojos se cierran y noto un tacto helado en mi rostro, alza mi barbilla y noto su
delicioso aliento en mis labios- siempre, escúchame bien Amanda, siempre estarás a mi lado-.
Sus labios rozan los míos por vez primera, se me doblan las piernas, pero antes de caer,
Nicholas me sujeta firmemente, y mientras me envuelve en un beso suavemente profundo,
noto como nos tumba en la hierba. Mi mente trabaja muy lentamente, sé que algo va a
ocurrir, pero realmente no estoy segura de que. Puedo sentir como mis articulaciones ceden y
se dejan llevar por un mar de escalofríos tremendamente placenteros. Mi cabeza es sostenida
por Nicholas quien no deja de acariciar mi cabello, hasta que deja resbalar la mano hasta mi
corazón. Se separa de mí, y me dice una última cosa.
-Mi amor, mi dulce niña. Ya nada volverá a lastimarte, nunca volverás a estar sola. Pero antes,
debes superar una prueba muy difícil- intento abrir los ojos, pero no me deja- no. Debes
permanecer relajada. Yo estaré aquí durante todo el proceso. Pero por favor te lo pido…- noto
como su voz se quiebra- no mueras-.
Abro los ojos asustada, y la última imagen que llego a vislumbrar, son unos enormes y
afilados caninos que se dirigen a mi garganta. Antes de poder gritar, noto un dolor punzante y
desgarrador en el cuello. Después todo se vuelve negro.
***
Ahora estoy sola. Debo aguantar este tremendo dolor que amenaza con desgarrar hasta la
última parte de mí ser. No puedo fallarle, tengo que aguantar.
Ya no voy a estar sola nunca más.
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