Amor en la Torre Eiffel
¡Por fin llegó el momento! Estaba con mis amigas sobrevolando Francia para posteriormente
aterrizar en Paris, si Paris, la que dicen que es la ciudad del amor. Nosotras no íbamos en busca
del amor ni mucho menos… era un viaje express, sólo 3 días, e íbamos ansiosas por conocer La
Basílica de Sacre Coeur, el Arco del Triunfo, El Museo del Louvre, La Catedral de Notre Dame y
por supuesto, la famosa Torre Eiffel.
Nada más aterrizar nos fuimos al hotel a dejar las maletas y empezó nuestra aventura por las
calles parisinas. Quedamos alucinadas con los monumentos, tiendas, calles, parques,
simplemente impresionantes. Decidimos tomarnos un respiro y fuimos a un bar a tomar algo.
Nos sentamos y segundos después vino él, un camarero elegante y guapo. Tenía los ojos azules
como el azul intenso del mar, cabello moreno y labios carnosos que apetecía no dejar de
besarlos nunca. Nuestras miradas se cruzaron y tuve que bajar la mirada porque me ruboricé.
Nos preguntó que deseábamos tomar y todas pedimos una cerveza. Al volver con nuestras
cervezas nos preguntó si éramos españolas, ya que aunque estudiábamos filología francesa era
obvio que nuestro acento español se notaba. Casualmente, aunque este guapísimo camarero
llamado Christian, era parisino de nacimiento sus padres eran españoles, por lo que estuvimos
hablando durante varios minutos con él. Era muy simpático, nuestras miradas no hacían más
que cruzarse, no podía evitar mirarlo. Nos recomendó más sitios que visitar, pero para alguno
de esos sitios era necesario ir en coche, de lo cual nosotras no disponíamos, y él se ofreció a
llevarnos ya que dentro de dos días se quedaba de vacaciones por una semana y no tenía
previsto hacer nada en especial. Mentiría si dijera que no me alegre de que nos hiciera de guía
turístico. A los dos días pasó a recogernos al hotel y nos llevó a visitar lugares no solo de París
sino también de otras ciudades limítrofes. Nos lo pasamos genial con él y nuestras miradas
seguían cruzándose sin parar. Mis amigas, conscientes de ello, se buscaron una escusa para
dejarnos unos minutos solos. Yo estaba súper nerviosa, él se dio cuenta por lo que decidió
llevar las riendas de la conversación. Me contó cosas sobre su ciudad, y me dijo que la Torre
Eiffel era impresionante, pero aun más impresionante era verla de noche. Yo no lo dudaba,
pero mis amigas ya habían dicho que estaban cansadas y que esta noche después de cenar se
irían a dormir ya que mañana nos esperaba una mañana loca conociendo las calles de París ya
que por la tarde cogíamos el avión rumbo a nuestra ciudad. Él me dijo que me invitaba a cenar
y después me llevaba a ver la Torre, ya que no podía irme de Paris sin verla de noche. La
verdad es que al principio me quede helada, y aunque en el fondo deseaba decirle que sí le conteste que no, ya que yo también estaba cansada, pero él insistió y ¿cómo iba a decirle que
no? Así que acepte. Nos llevo al hotel y subí corriendo a la habitación para prepararme porque
en dos horas pasaba a buscarme. Mis amigas estaban más ilusionadas que yo, y fue en ese
momento cuando me confesaron que nos dejaron solos porque él se lo había pedido sin que
yo me diera cuenta. Me enfundé en mi mejor vestido, me maquillé, una de mis amigas me hizo
un espectacular recogido y nada más que me dio un toque al móvil bajé a la puerta del hotel y
ahí estaba Christian, con unos vaqueros oscuros, una chaqueta americana blanca y una camisa
negra. Me llevó a la Torre Eiffel, yo pensaba que iríamos a visitarla después de cenar, pero no
era así, cenaríamos dentro de la Torre, en el restaurante Altitude 95, con unas increíbles vistas
al Sena y Trocadero. La comida estaba riquísima, y me lo pase genial hablando con él. Me
encantaba Christian, era muy atento, caballeroso, simpático, guapo, aunque trataba de
encontrarle algún defecto la verdad es que no lo conseguí. Después de cenar subimos a la cima
de la Torre, la verdad es que hacía bastante frío y el no dudo ni un momento en dejarme su
chaqueta. Sinceramente, Christian tenía razón cuando me decía que no podía irme sin visitarla
de noche. Yo estaba encantada contemplando las vistas. En ese momento él me cogió de la
mano, nos miramos a los ojos y nos dimos un dulce beso, los dos lo estábamos deseando
desde hacía tiempo. Estuvimos paseando hasta altas horas por las calles de París riéndonos,
besándonos, abrazándonos…al día siguiente, por la tarde, mis amigas y yo teníamos que
volvernos a nuestra ciudad, pero él me pidió que me quedará al menos hasta que el volviera a
trabajar, y no pude decirle que sí. Pase 5 días increíbles con él, pero pronto llegó el momento
de irme. La despedida en el aeropuerto fue horrible, no me quería ir, solo quería estar con él,
pero el deber me llamaba… Nos despedimos, con lagrimas en los ojos, deseando que llegara
pronto el momento de volver a vernos.
¡Por fin llegó el momento! Estaba con mis amigas sobrevolando Francia para posteriormente
aterrizar en Paris, si Paris, la que dicen que es la ciudad del amor. Nosotras no íbamos en busca
del amor ni mucho menos… era un viaje express, sólo 3 días, e íbamos ansiosas por conocer La
Basílica de Sacre Coeur, el Arco del Triunfo, El Museo del Louvre, La Catedral de Notre Dame y
por supuesto, la famosa Torre Eiffel.
Nada más aterrizar nos fuimos al hotel a dejar las maletas y empezó nuestra aventura por las
calles parisinas. Quedamos alucinadas con los monumentos, tiendas, calles, parques,
simplemente impresionantes. Decidimos tomarnos un respiro y fuimos a un bar a tomar algo.
Nos sentamos y segundos después vino él, un camarero elegante y guapo. Tenía los ojos azules
como el azul intenso del mar, cabello moreno y labios carnosos que apetecía no dejar de
besarlos nunca. Nuestras miradas se cruzaron y tuve que bajar la mirada porque me ruboricé.
Nos preguntó que deseábamos tomar y todas pedimos una cerveza. Al volver con nuestras
cervezas nos preguntó si éramos españolas, ya que aunque estudiábamos filología francesa era
obvio que nuestro acento español se notaba. Casualmente, aunque este guapísimo camarero
llamado Christian, era parisino de nacimiento sus padres eran españoles, por lo que estuvimos
hablando durante varios minutos con él. Era muy simpático, nuestras miradas no hacían más
que cruzarse, no podía evitar mirarlo. Nos recomendó más sitios que visitar, pero para alguno
de esos sitios era necesario ir en coche, de lo cual nosotras no disponíamos, y él se ofreció a
llevarnos ya que dentro de dos días se quedaba de vacaciones por una semana y no tenía
previsto hacer nada en especial. Mentiría si dijera que no me alegre de que nos hiciera de guía
turístico. A los dos días pasó a recogernos al hotel y nos llevó a visitar lugares no solo de París
sino también de otras ciudades limítrofes. Nos lo pasamos genial con él y nuestras miradas
seguían cruzándose sin parar. Mis amigas, conscientes de ello, se buscaron una escusa para
dejarnos unos minutos solos. Yo estaba súper nerviosa, él se dio cuenta por lo que decidió
llevar las riendas de la conversación. Me contó cosas sobre su ciudad, y me dijo que la Torre
Eiffel era impresionante, pero aun más impresionante era verla de noche. Yo no lo dudaba,
pero mis amigas ya habían dicho que estaban cansadas y que esta noche después de cenar se
irían a dormir ya que mañana nos esperaba una mañana loca conociendo las calles de París ya
que por la tarde cogíamos el avión rumbo a nuestra ciudad. Él me dijo que me invitaba a cenar
y después me llevaba a ver la Torre, ya que no podía irme de Paris sin verla de noche. La
verdad es que al principio me quede helada, y aunque en el fondo deseaba decirle que sí le conteste que no, ya que yo también estaba cansada, pero él insistió y ¿cómo iba a decirle que
no? Así que acepte. Nos llevo al hotel y subí corriendo a la habitación para prepararme porque
en dos horas pasaba a buscarme. Mis amigas estaban más ilusionadas que yo, y fue en ese
momento cuando me confesaron que nos dejaron solos porque él se lo había pedido sin que
yo me diera cuenta. Me enfundé en mi mejor vestido, me maquillé, una de mis amigas me hizo
un espectacular recogido y nada más que me dio un toque al móvil bajé a la puerta del hotel y
ahí estaba Christian, con unos vaqueros oscuros, una chaqueta americana blanca y una camisa
negra. Me llevó a la Torre Eiffel, yo pensaba que iríamos a visitarla después de cenar, pero no
era así, cenaríamos dentro de la Torre, en el restaurante Altitude 95, con unas increíbles vistas
al Sena y Trocadero. La comida estaba riquísima, y me lo pase genial hablando con él. Me
encantaba Christian, era muy atento, caballeroso, simpático, guapo, aunque trataba de
encontrarle algún defecto la verdad es que no lo conseguí. Después de cenar subimos a la cima
de la Torre, la verdad es que hacía bastante frío y el no dudo ni un momento en dejarme su
chaqueta. Sinceramente, Christian tenía razón cuando me decía que no podía irme sin visitarla
de noche. Yo estaba encantada contemplando las vistas. En ese momento él me cogió de la
mano, nos miramos a los ojos y nos dimos un dulce beso, los dos lo estábamos deseando
desde hacía tiempo. Estuvimos paseando hasta altas horas por las calles de París riéndonos,
besándonos, abrazándonos…al día siguiente, por la tarde, mis amigas y yo teníamos que
volvernos a nuestra ciudad, pero él me pidió que me quedará al menos hasta que el volviera a
trabajar, y no pude decirle que sí. Pase 5 días increíbles con él, pero pronto llegó el momento
de irme. La despedida en el aeropuerto fue horrible, no me quería ir, solo quería estar con él,
pero el deber me llamaba… Nos despedimos, con lagrimas en los ojos, deseando que llegara
pronto el momento de volver a vernos.
2 Corazones:
madre mía, qué de relatos mandaron!! se me están acumulando ^^
Si es k nos tienes abandona cielo!!
Publicar un comentario