Buenas tardes a todos. De nuevo vengo a dejaros otro de mis relatos. Esta vez he de añadir que ha sido premiado por Coca-cola como el sexto mejor de la provincia de Cádiz. Espero que os guste. ¡Hasta la próxima¡
Quizá las hojas no habían caído aún, perezosas, de los árboles, pero
el frío ya estaba presente entre los ciudadanos, obligándonos a vestir
gruesos chaquetones y no menos gruesas bufandas para que dicho
individuo no nos jugara una mala pasada y nos retuviera atados y
amordazados a nuestras respectivas camas durante largos días de fiebre
y cajas de pañuelos vacíos
Ese día interrumpió en la clase una
joven cuyos cabellos rojos eran la envidia de todos los ángeles que por
la Tierra osaran vagar. Sus ojos verdes estaban surcados por doradas
motas que producían un aspecto mágico.
Cuando notó que era el
centro de atención inclinó su cabeza provocando que el fuego de sus
cabellos cayera sobre su cara ocultando su rostro como si de una
cortina se tratase, privándome de la mirada de la mujer.
El extraño profesor procedió a la presentación:
-¡Señores y señoritas! ¡Ella es Sara! ¡Sed respetuosos, como buenos compañeros que sois!
Sara,
empleando toda su fuerza, levantó la cabeza buscando con intranquilos
ojos un lugar donde parecer invisible. Procedió, con extrema elegancia,
a sentarse a mi era. "Ni los ángeles. Ni ellos pueden ser tan hermosos"
Oí
como el resto de mis compañeros habían encontrado ya, a escasos
segundos de su llegada, un apodo con el que la torturarían hasta que
otro divino-o endemoniado-ser tuviera el valor de atravesar la puerta.
Y ese nombre era Pintora. A decir verdad me pareció la segunda mejor
forma de llamarla ya que la primera era, sin duda alguna, Ángel.
Pasaron los días, las semanas y los meses y nuestra amistad fue en aumento.
Un
día, cuando aún las perezosas hojas no habían vestido los árboles, pero
el calor ya estaba presente entre los ciudadanos, obligándonos a vestir
ligeras ropas y no menos ligeros zapatos para que dicho individuo no
nos jugara una mala pasada y nos retuviera atados y amordazados en
nuestras respectivas casas durante largos días de calor y ventanas
abiertas, apareció en mi maleta una nota que rezaba lo siguiente:
"Cuídate, la Pintora pude dar contigo, dispone de una lupa increíble"
Quienquiera
que lo hubiera escrito sabía que tanto la palabra "Pintora" como "Lupa"
producirían en mi en mismo efecto que un "te quiero" a un enamorado.
Así pues, como loco enamorado de las matemáticas, intenté resolver
dicho problema mediante cientos de formas distintas. Lo que no sabía
por aquel entonces es que esa ecuación no se resolvía como las demás.
Tras el fracaso busqué a Sara, sin éxito. Incluso llegué a pensar que uno de sus cuadros había decidido hacerse con ella.
Llevaba
una semana sin noticias suyas cuando me aventuré a visitarla. Al llegar
a su habitación contemplé como miles de "yo" me observaban desde las
paredes. Justo entonces llegó Sara. De su espalda nacían dos alas
rojas, rojas como el fuego. Me asusté, pero ella besó mis labios y
entonces lo comprendí todo: aquella frase no estaba hecha para la
cuadriculada mente de los cuadriculados matemáticos. Aquel mensaje solo
podía entenderlo el modelo que posó para sus cuadros, cuya mente no era
científica, ni matemática ni lingüística. Si no la mente de un
enamorado. Y no de uno cualquiera, si no la mía, que estaba locamente
enamorado de una joven cuyos ojos verdes no son de este mundo.
2 Corazones:
Me encanta *_* besitos
Muy bonito!!
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