sábado, 24 de septiembre de 2011

Jugando Con Fuego

¡¡ Hola Chic@s !!

¿Qué tal estáis? ¿Como se presenta el fin de semana? ¡Espero y deseo que muy bien!

Hoy os dejo un relato, que aunque no sea romántico, he escrito con mucho cariño y atención.

¡¡ Espero que os guste !!

Mil besos y Hasta Pronto


Jugando con Fuego

Estaba hundida. Hacía meses que no era la chica risueña y feliz que siempre había sido. Pasar por una anorexia y ser consciente de mi enfermedad, no me estaba resultando fácil. Cuando comencé hace algo más de un año a jugar con la comida y a sufrir en silencio mis complejos, no imagine que pudiese acabar como acabe.

Todo comenzó cuando cambié de instituto. Mi madre enviudo y se vio obligada a buscar trabajo en la capital y como era de esperar, nos llevó a mi hermana y a mí con ella. Yo nunca estuve de acuerdo con aquella decisión, tenía a todos mis amigos en el pueblo y mi abuela estaba de acuerdo en que me quedase con ella. Mi madre, por su lado, nos necesitaba para superar la perdida de mi padre, y a pesar de que me opuse millones de veces, nos acabó arrastrando.

Aquel instituto era como una selva desconocida para mí. No conocía a nadie y mis nuevos compañeros tenían un núcleo formado en el que yo no tenía espacio. Pasaban los días y yo no encontraba un grupo de amigas con quien estar en el recreo, ni algún compañero con quien compartir pupitre. No es que me importase, yo tampoco me identificaba con ellos, pero todo empeoro cuando llegaron los insultos.

Siempre me ha ido bien en los estudios, en mi pueblo era una de las mejores alumnas, pero en este nuevo instituto no quería destacar. Cuando los profesores pedían voluntarios, yo siempre permanecía callada aunque me supiese la respuesta. Durante un tiempo pude ocultar lo bien que se me daba estudiar pero cuando llegaron los exámenes, todo salió a la luz. Mis notas no bajaban del notable. Nunca sabré por qué, pero algunos compañeros la tomaron conmigo. Mientras merendaba en el recreo me insultaban, me decían fea, gorda y sabionda. Ahora que soy consciente, sé que aquellos insultos nunca debieron afectarme, pero lo hicieron. Llegaba a casa, me miraba frente al espejo y me odiaba. Me veía horrorosa, achaque a mi físico el no tener amigos y quería cambiar. Le plantee a mi madre la idea de hacer dieta, pero ella no me dejo. Veía innecesario que una chica con catorce años diese tanta importancia a su físico. Me recordaba lo sano que era comer y estar equilibrada. Ahora sé que tenía razón, pero también la odie a ella. Cuando me ponía un plato rico en grasas lo arrojaba al suelo y me enfadaba. La culpaba por querer verme gorda y la humillaba tanto o más como aquellos chicos a mí. Aun así no recibía el respaldo de mi madre para ayudarme a adelgazar y de forma inconsciente, lo hice por mi cuenta. De un día para otro, deje de comer. Engañaba a mi madre haciéndole ver que me comía todo lo que me ponía en el plato, mientras lo escondía en servilletas para tirarlo a la basura. El bocata del recreo nunca salía de mi mochila y cuando lo hacía era para ir directamente al contenedor. Sobrevivía a bases de galletitas bajas en grasas que me compraba con mi paga. Aun no sé cómo mi cuerpo sobrevivió a tal castigo.

Empecé a perder peso a una velocidad increíble, pero a medida que adelgazaba mi carácter también se agriaba. Mi madre relacionaba mis cambios a la muerte de mi padre y no supo ver a tiempo la raíz de mis problemas.

A pesar de estar más delgada, mi situación en el instituto tampoco cambió. Bueno si, mis notas y mi concentración en clase bajo considerablemente. Un día, haciendo educación física, el profesor nos dijo que debíamos correr durante diez minutos. Yo me notaba muy cansada, pero no dije nada y empecé a correr. No recuerdo mucho más, solo sé que a medida que corría me sentía más y más débil. Recuerdo que horas más tarde estaba en el hospital rodeada de médicos y enfermos y veía como mi madre lloraba en el fondo de la sala. Cuando me explicaron lo que me sucedía, no entendí nada. Según me informo la enfermera mis análisis estaban bajo ceros y mi estómago estaba cerrado. Poco más tarde me visito un siquiatra y me aconsejo un centro para chicas que estaban pasando por lo mismo que yo. Estaba asustada y no sabía muy bien que decir. Buscaba el consuelo de mi madre, pero ella no podía dejar de llorar. Escuchaba con atención todo lo que me recomendaban los médicos y asentía como un robot. Estuve un par de días ingresada en el hospital y cuando me dieron el alta, mi madre me ingreso en un centro especializado en trastornos alimenticios.

He de reconocer que los primeros días allí fueron durísimos. Las auxiliares nos vigilaban las veinticuatro horas. No nos dejaban solas ni para ir al baño. Cuando llevaba algo más de una semana ingresada, conocí a Ali. Ella era una chica mayor que yo. Iba al centro como voluntaria. Años antes había sufrido anorexia y ahora pasaba su tiempo libre ayudando a otras chicas. Ella nos preparaba talleres de autoestima y nos escuchaba. Hablar con ella era diferente que hacerlo con el siquiatra, ella nos entendía. Su empatía me ayudó muchísimo. Me apoye en ella, era como una hermana mayor. Me hizo ver la gravedad de mi situación y lo que sufrían mis familiares al verme así. Hizo que conociera todo lo bueno que había en mí y que lo valorase. Me hizo entender que la adolescencia es un duro camino para todos y que a cada uno le afecta de una manera diferente. Me hizo entender que unos “niñatos” no podían acabar con mi vida.

A los tres meses me dieron el alta. Había cogido algo de peso y aunque mi situación seguía siendo critica, mi mente estaba curada. Había vencido todos mis complejos y con ello, había superado lo peor. Mi madre me cambio de instituto y pude empezar de cero. Era una chica nueva y estaba segura de mi misma. No tarde en hacer amigas a las que confiar mi situación y doy gracias por el apoyo que me dieron desde el principio.

Hoy en día sigo un tratamiento bastante rígido, y aunque me arrepiento de la tontería que hice, me siento más madura y mujer. Sé que lo importante en mi esta en mi interior y si alguien no sabe verlo, no es problema mío. Estoy contenta de quien y como soy y nadie me hará ver lo contrario.

9 Corazones:

mientrasleo dijo...

Buen relato, está muy bien reflejado y no has caído en alargar las partes más dramáticas y romper el ritmo.
Un abrazo

Andos More dijo...

Un bonito relato que nos cuenta una historia muy real y preocupante.

Unknown dijo...

Vaya... definitivamente este es el relato mas profundo que he leido en TODA mi vida..
Que hermoso, nos ensena que hay cosas mas importantes en la vida que esto de la apariencia y que realmente debemos tener cuidado cuando soltamos palabras hirientes. No sabemos si podemos lastimar a una persona...
muy buen relato Astarielle! un beeeso!
att
withney
soul-littlecorner.blogspot.com

Astarielle dijo...

Me alegra ke os guste d veras... Es un tema complicado y no sabia como ibais a reaccionar. Un besooo

Wendy dijo...

Es duro eh? Me ha impresionado porque te ha quedado muy realista y me ha dejado con la boca abierta... Te felicito guapísima! Sabes que eres genial escribiendo!

Un besazooooooooooooooooooooooooo

J.P. Alexander dijo...

Me gusto mucho tu escrito y suerte con el cachorro que buscas.

Astarielle dijo...

Gracias Citu, espero verte mxo x aki.
Wendy me alegra k t haya gustado^^

Maga DeLin dijo...

Es un tema complicado y lo has narrado muy bien.

Como en el anterior, sólo te menciono los errores ortográficos y de puntuación para revisar ;-)

Astarielle dijo...

Jajajajaj okis!!! Lo vigilaré con mas atencion aun.

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