El Circulo
Titi, titi, titi, tii- Mario apagó el reloj de un guantazo. Tenía muy mal despertar.
-¡Joder! No puede ser que ya sean las siete- Se tiró de la cama y se fue directo a la
ducha. El agua fría le quitaba un poco de ese mal humor mañanero, pero hasta que no
se tomaba su primer café no lo podías llamar persona. Mientras metía dos galletas
dentro de la taza, llamaron a la puerta.
-¿Quién será a esta hora?... ¡Mierda!- las galletas se le habían partido por la mitad, al
dejarlas tanto tiempo en remojo. Ahora había miles de trocitos bailando en su café.
Cogió una cuchara para salvarlos cuando se acordó de la puerta y corrió a abrir. Allí
estaba el cartero con cara de pocos amigos.
-No tengo todo el día ¿sabe?
-Yo tampoco- Le iba a contar su percance con las galletas y el café pero le plantó una
carta en la cara.
-¿Me firma?
-Eh…-Mientras miraba las letras pulcramente escrita, firmó. Cerró la puerta y abrió la
carta y dentro en una hoja venía dibujado un símbolo, consistía en varios círculos
concéntricos.
-¿Pero qué es esto?-Lo dejó en la mesa, cogió su maletín y corrió para no llegar tarde a
la oficina. Cogió su bicicleta y empezó a pedalear.
Después de un cuarto de hora llegó al primer semáforo en rojo. Se paró al lado de un
turismo. Un padre llevaba a sus tiernos hijos al colegio. Aunque él no parecía muy feliz
¿Acabaré yo algún día así? Pensaba entre nostálgico y miedoso. Mientras divagaba
miró a uno de los niños, estaba leyendo un cuento y en la portada…estaban los mismos
círculos concéntricos de la carta. Mario se quedó embobado, hasta que todos los
coches que tenía detrás empezaron a pitarle. Reanudó torpemente su marcha.
-Buenos días Rosa- saludó alegremente a la guardajurado de la puerta. Se fue
directamente a los ascensores, era un edificio bastante alto. Para no variar el ascensor
estaba atestado de gente. En la quinta planta no podía aguantar más y se puso de
puntillas con la cabeza para arriba intentando coger aire cuando se abriera la puerta.
Cuando vio pasar a alguien con un cartel publicitario.- No puede ser- eran los mismos
círculos concéntricos, de nuevo.- ¡Un momento!- Pero la puerta ya estaba cerrada.
Todos miraron mal al pobre de Mario. La mayoría era gente demasiado seria.
-Buenas Raúl. – Era el recepcionista de su planta.
-¿Cómo está la promesa de esta oficina?
-Pues no lo sé, no lo conozco-dijo cogiendo sus recados.
-Tan modesto como siempre.
-Venga ya Raúl, que me conoces de hace dos días.
-Ha sido corto pero intenso- Esto último lo dijo acompañándolo con un movimiento de El
ceja sugerente. Mario no pudo evitar partirse de risa- Te esperan en la sala de
reuniones cuatro. ¡Corre!
Después de una mañana interminable se echó en el diván de su despacho. Poco a poco
se quedó dormido.
…Sueño…
Estaba en una montaña llena de niebla, hacía frío. A lo lejos vio una sombra de mujer:
era Mónica. Todavía la podía reconocer, todavía soñaba con ella. Y como en la vida real
se iba, le dejaba… Mario sintió una pena muy honda. La Muerte le había clavado un
frío puñal en su pecho. Cayó al suelo desconsolado y se acurrucó en el suelo
embarrado.
Una luz le hizo mirar a su alrededor estaba en un cementerio, bajo la lápida de Mónica.
La luz era un ángel, desprendía calidez. Mario no podía evitar mirar a ese ser
maravilloso. Este lo levantó y sin hablar le dio un trozo de madera, al darle la vuelta vio
grabados los círculos concéntricos.
…Fin del sueño…
-¡AA!- Dio salto del susto, por poco no se cayó del diván. Tenía la respiración agitada.
-¿Estás bien?- era Blanca, una compañera del trabajo.
-Sí, tranquila, sólo descansaba la vista y…
-Tranquilo no le diré nada a los jefazos.
-Gracias- le dije con una sonrisa.
Blanca se fue del despacho, pero al pasar cerca del aire acondicionado, su pelo se
movió; dejando ver su cuello y en él un tatuaje: círculos concéntricos. Mario meneó la
cabeza sin saber qué le pasaba hoy. Se levantó y después de colocarse bien la
chaqueta se dirigió a la segunda reunión del día.
Cuando estuvieron todos, Blanca empezó a exponer la campaña de la nueva red social.
Mario no la escuchaba, sólo miraba sus movimientos, el color de sus ojos, el
movimiento de su cabello… Nunca se había dado cuenta de lo guapa que era.
-¿Qué te parece, Mario?
-¿Qué?- sólo había escuchado su nombre.
-¿Qué qué te parece el eslogan?
-¿Qué eslogan?
-¡Vaya! Gracias por escuchar.
-Perdona, estaba mirando los símbolos elegidos para el icono de la página.-A ver si
servía de escusa.
-“Vuélvete a enamorar”
-¿Cómo?- Mario se había ruborizado
-Ese es el eslogan.
-¿”Vuélvete a enamorar”?- se quedó pensando en todo lo que le había ocurrido en el
día y con una sonrisa, dijo- bien, muy bien.El
En el cielo un ángel le pregunto a una bella joven.
-Estás segura.
-Sí, Mario se lo merece y según tú, ella…
-Almas gemelas.
Titi, titi, titi, tii- Mario apagó el reloj de un guantazo. Tenía muy mal despertar.
-¡Joder! No puede ser que ya sean las siete- Se tiró de la cama y se fue directo a la
ducha. El agua fría le quitaba un poco de ese mal humor mañanero, pero hasta que no
se tomaba su primer café no lo podías llamar persona. Mientras metía dos galletas
dentro de la taza, llamaron a la puerta.
-¿Quién será a esta hora?... ¡Mierda!- las galletas se le habían partido por la mitad, al
dejarlas tanto tiempo en remojo. Ahora había miles de trocitos bailando en su café.
Cogió una cuchara para salvarlos cuando se acordó de la puerta y corrió a abrir. Allí
estaba el cartero con cara de pocos amigos.
-No tengo todo el día ¿sabe?
-Yo tampoco- Le iba a contar su percance con las galletas y el café pero le plantó una
carta en la cara.
-¿Me firma?
-Eh…-Mientras miraba las letras pulcramente escrita, firmó. Cerró la puerta y abrió la
carta y dentro en una hoja venía dibujado un símbolo, consistía en varios círculos
concéntricos.
-¿Pero qué es esto?-Lo dejó en la mesa, cogió su maletín y corrió para no llegar tarde a
la oficina. Cogió su bicicleta y empezó a pedalear.
Después de un cuarto de hora llegó al primer semáforo en rojo. Se paró al lado de un
turismo. Un padre llevaba a sus tiernos hijos al colegio. Aunque él no parecía muy feliz
¿Acabaré yo algún día así? Pensaba entre nostálgico y miedoso. Mientras divagaba
miró a uno de los niños, estaba leyendo un cuento y en la portada…estaban los mismos
círculos concéntricos de la carta. Mario se quedó embobado, hasta que todos los
coches que tenía detrás empezaron a pitarle. Reanudó torpemente su marcha.
-Buenos días Rosa- saludó alegremente a la guardajurado de la puerta. Se fue
directamente a los ascensores, era un edificio bastante alto. Para no variar el ascensor
estaba atestado de gente. En la quinta planta no podía aguantar más y se puso de
puntillas con la cabeza para arriba intentando coger aire cuando se abriera la puerta.
Cuando vio pasar a alguien con un cartel publicitario.- No puede ser- eran los mismos
círculos concéntricos, de nuevo.- ¡Un momento!- Pero la puerta ya estaba cerrada.
Todos miraron mal al pobre de Mario. La mayoría era gente demasiado seria.
-Buenas Raúl. – Era el recepcionista de su planta.
-¿Cómo está la promesa de esta oficina?
-Pues no lo sé, no lo conozco-dijo cogiendo sus recados.
-Tan modesto como siempre.
-Venga ya Raúl, que me conoces de hace dos días.
-Ha sido corto pero intenso- Esto último lo dijo acompañándolo con un movimiento de El
ceja sugerente. Mario no pudo evitar partirse de risa- Te esperan en la sala de
reuniones cuatro. ¡Corre!
Después de una mañana interminable se echó en el diván de su despacho. Poco a poco
se quedó dormido.
…Sueño…
Estaba en una montaña llena de niebla, hacía frío. A lo lejos vio una sombra de mujer:
era Mónica. Todavía la podía reconocer, todavía soñaba con ella. Y como en la vida real
se iba, le dejaba… Mario sintió una pena muy honda. La Muerte le había clavado un
frío puñal en su pecho. Cayó al suelo desconsolado y se acurrucó en el suelo
embarrado.
Una luz le hizo mirar a su alrededor estaba en un cementerio, bajo la lápida de Mónica.
La luz era un ángel, desprendía calidez. Mario no podía evitar mirar a ese ser
maravilloso. Este lo levantó y sin hablar le dio un trozo de madera, al darle la vuelta vio
grabados los círculos concéntricos.
…Fin del sueño…
-¡AA!- Dio salto del susto, por poco no se cayó del diván. Tenía la respiración agitada.
-¿Estás bien?- era Blanca, una compañera del trabajo.
-Sí, tranquila, sólo descansaba la vista y…
-Tranquilo no le diré nada a los jefazos.
-Gracias- le dije con una sonrisa.
Blanca se fue del despacho, pero al pasar cerca del aire acondicionado, su pelo se
movió; dejando ver su cuello y en él un tatuaje: círculos concéntricos. Mario meneó la
cabeza sin saber qué le pasaba hoy. Se levantó y después de colocarse bien la
chaqueta se dirigió a la segunda reunión del día.
Cuando estuvieron todos, Blanca empezó a exponer la campaña de la nueva red social.
Mario no la escuchaba, sólo miraba sus movimientos, el color de sus ojos, el
movimiento de su cabello… Nunca se había dado cuenta de lo guapa que era.
-¿Qué te parece, Mario?
-¿Qué?- sólo había escuchado su nombre.
-¿Qué qué te parece el eslogan?
-¿Qué eslogan?
-¡Vaya! Gracias por escuchar.
-Perdona, estaba mirando los símbolos elegidos para el icono de la página.-A ver si
servía de escusa.
-“Vuélvete a enamorar”
-¿Cómo?- Mario se había ruborizado
-Ese es el eslogan.
-¿”Vuélvete a enamorar”?- se quedó pensando en todo lo que le había ocurrido en el
día y con una sonrisa, dijo- bien, muy bien.El
En el cielo un ángel le pregunto a una bella joven.
-Estás segura.
-Sí, Mario se lo merece y según tú, ella…
-Almas gemelas.
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No lo entiendo...
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