¡Hola chic@s!
Nuevo capítulo y grandes emociones en el capítulo cinco de #tuyyosomostodo. ¿Ya estáis enganchados?
¡Yo si!
¡Deseo que os guste!
CAPÍTULO 5
El coche no esta muy lejos de donde han
cenado. Tanto Dani como Lara han tomado camino en otra dirección y
ella junto a Carlos marchan en silencio hasta el auto. No hablan
entre ellos, se nota que hay tensión entre ambos. Una vez en el
coche el joven toma el control e intenta que ella se relaje.
- Me ha comentado Lara que hacia mucho que no venias –le dice.
- Es cierto, entre el trabajo, los estudios y la falta de vacaciones no he podido venir tantas veces como me hubiese gustado.
- Lara no deja de hablar de ti, de hecho, tengo la sensación de que te conozco desde hace tiempo.
- ¿En serio? –pregunta sorprendida- ¡Espero que hable bien de mi!
- Habla maravillas, no hay día que no te nombre. Te echa mucho de menos.
- Y yo a ella, somos como hermanas –responde sinceramente.
- ¿Por cierto donde vives?
- No muy lejos de aquí, de hecho, podría haberme ido andando, pero Lara no se hubiese quedado tranquila.
- ¿A qué hora tienes que estar en casa?
- No lo se, a ninguna supongo. Avise a mi madre de que llegaría tarde. ¿Por qué lo dices?
- Es que si tuvieras tiempo, me gustaría enseñarte algo –propone nervioso.
- ¿El que?
- No quiero decirlo, si aceptas me gustaría que fuese una sorpresa.
Aquello coge desprevenida a la chica.
De camino al coche no se han dirigido la palabra, en la cena han
hablado lo justo y de repente le propone llevarla algún sitio. Todo
le parece extraño. Pero no extraño como para asustarse, si no de
agrado. Que el joven haya reconocido que siente que la conoce y que
justamente haya pensando una sorpresa para ella le gusta y le hace
sentir bien. No piensa demasiado su propuesta y acepta.
Carlos enciende el motor y se dirige a
las afueras de la ciudad. Laia se asoma a la ventana y no pierde hilo
de todo lo que ve. Ver la ciudad donde se ha criado después de tanto
tiempo le entusiasma, esta maravillada.
En menos de diez minutos han llegado a
su destino. Están a las afueras de la ciudad, en la parte alta. El
chico le anima a salir del coche y ella nerviosa lo acompaña. Carlos
la ha llevado a un nuevo mirador. Aquello es precioso, es poco más
de media noche y toda la ciudad se ve iluminada. Ella se siente
pequeña entre tanta hermosura. Por un instante, cree que se
emociona. No se imaginaba nada parecido y la elección que ha tenido
el joven le ha encantado.
- ¡Esto es precioso! –exclama.
- ¿Te gusta?
- ¡Claro que me gusta! Hacia tanto que no venia, que no había nada que me hiciera tanta ilusión que ver mi ciudad al completo.
- Te he traído hasta aquí porque pensé que te haría ilusión. Y además, al ser un nuevo mirador presentí que no lo conocías.
- Y tanto que no lo conocía, gracias –añade mirándole directamente a los ojos.
- No me las des, me conformo con haber acertado.
Por un momento Laia quiere besarlo. Es
tan fuerte la atracción que empieza a sentir y le ha gustado tanto
que la llevase hasta allí que quiere sentirlo. Pero no, aun no debe
hacerlo, piensa. Quizás él solo ha querido ser simpático y no
puede ni debe malinterpretar su gesto. A veces le gustaría ser menos
impulsiva y no tener tantos deseos incontrolados. Pero aquello,
aquello parece sacado de una de las películas románticas que tantas
veces ve.
Ambos se sientan en un pequeño banco y
se quedan en silencio. Laia mira las estrellas, mira su ciudad y lo
mira a él. Sonríe, sonríe como hacia tiempo que no lo hacia y se
siente bien. No quiere que la noche acabe, le gustaría estar ahí
horas en compañía del joven.
- ¿Sabes? Eres mas guapa de lo que imaginaba –añade sin más.
- ¿Perdón? –pregunta sorprendida.
- Al hablar Lara tanto de ti, me causo curiosidad y le pedí que me enseñara fotografías tuyas. Llámame loco, pero quería ponerte cara. Y he de reconocer, que eres mucho más bonita en la realidad.
- ¿Lara te enseño fotos mías?
- Si, muchas. Siempre con ella, de todas las aventuras que os habéis metido. ¿Por qué? ¿Te molesta?
- No, para nada. Simplemente me sorprende, ella nunca me hablo de ti.
- ¿No?
- A ver, no te lo tomes a mal –recapacita- pero cuando hablamos lo hacemos únicamente de nosotras.
- Ya, entiendo… -dice poco entusiasmado.
- Pero bueno, eso no importa. Prefiero conocerte por mi misma –añade alegremente.
Aquellas palabras gustan al joven que
sonríe abiertamente.
De repente, Laia se levanta y se acerca
nuevamente al mirador. Deja caer sus brazos sobre el bordillo y
piensa mientras mira a ningún lugar en concreto. Aquello le gusta
más de lo que imaginaba y Carlos, él es muy especial. Cuando más
sumergida estaba en sus pensamientos nota que el joven la abraza
desde su espalda. Notar sus manos en la cintura hace que se
estremece, las piernas le flojean y sus manos han comenzado a
temblar. No se gira, sonríe dulcemente y sigue mirando al horizonte.
- ¿De verdad quieres conocerme? –susurra el joven.
- Solo si tú quieres que lo haga –añade aun sin mirarle.
Carlos decidido la gira. Ahora están
uno frente al otro. Sus ojos verdes y los oscuros de la joven se
fusionan. Ambos sonríen y permanecen inmóviles. Laia muere por
besarlo pero no se atreve a dar un paso en vano. El chico si que se
atreve y se lanza. Se aproxima dulcemente hasta ella, sin perder el
campo de visión de sus ojos y cuando solo hay pequeños milímetros
que los separan, se acerca, cierra los ojos y se deja llevar. Es un
beso largo, tierno, y cálido. El corazón de la joven se pone a
cien, nota que su pulso se ha acelerado y sin quererlo, suelta un
pequeño gemido que hace sonreír a su acompañante.
Aquel beso no dura más que unos
segundos aunque desde ese momento quedara guardado en el corazón de
la joven. Se separan, Carlos le da la mano y la conduce hasta el
coche. Allí se pasan horas, charlando, riendo y besándose. Parecen
dos jóvenes alocados y enamorados perdidos en quien sabe donde.
- Es tarde, deberías llevarme a casa –pide Laia mientras acaricia el rostro de su acompañante.
- ¿Ya? Aun es pronto...
- ¿No sabes lo que dicen?
- ¿El que? –pregunta curioso mientras le da otro dulce beso.
- Que lo bueno si es breve es doblemente bueno.
- ¿Ah si? ¿Eso dicen?
- Si, así que llévame a casa, dejemos la noche aquí –dice señalando su corazón-, mañana será otro día.
- ¿Querrás verme?
- ¿Tu que crees?
- No lo se, llámame iluso, pero me gustaría oírlo, me gustaría que me lo dijeras. No quiero hacerme de rogar, pero deseo oírlo.
- Claro que quiero verte.
- ¿Mañana?
- Mañana y todos los días que este aquí –añade convencida.
La joven acerca su mano a la espera de
que el chico se la agarre y acepte su trato. Carlos, desconcertado,
asiente al juego de Laia y sonríe.
- Trato hecho, ya no hay vuelta atrás –sentencia la chica.
Carlos arranca el motor y sigue todas
las indicaciones de su amada. Cuando llegan al bloque donde vive Laia
se dan un dulce beso y se despiden. La joven se fuma un cigarro antes
de subir a casa. Si su madre la viese llegar allí la descubriría en
el acto. No se ve pero se siente diferente, seguro que le brillan los
ojos y que aquella sonrisa tonta la delataría. Prefiere calmarse,
recordar la noche fríamente y luego subir con la cabeza despejada.
Aquello, todo lo que le ha ocurrido, parece sacada de una novela
romántica. Nunca antes creyó que le pudiese pasar algo similar a
ella y ahora que lo vive, ahora que lo siente, tiene miedo. Carlos
es un chico directo, seguro y muy guapo y aunque hoy lo ha besado, no
lo conoce, pero presiente, que dos noches como la de hoy y es capaz
de enamorarse.
¿Puede permitirse eso ahora? Su vida
esta en Barcelona, no tenia pensado volver tan pronto, pero por amor
lo haría. ¡Para, para, para! Se dice a si misma. Aun es muy pronto
para pensar en eso, quizás se esté equivocando, quizás no ocurra
nada mas. Ahora debe tener los pies en la tierra y disfrutar esta
semana. Ya habrá tiempo de pensar y analizar la situación. Ahora
solo quiere dejarse llevar.
Laia se acaba su cigarro, lo apaga y
sube hasta su casa. Con suerte estarán todos durmiendo y podrá
meterse directamente en la cama y soñar. Soñar despierta es lo
único que desea hacer. Crearse un mundo imaginario, como cuando lee,
y ponerle fin a una historia que no ha hecho más que empezar.
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