domingo, 13 de diciembre de 2015

Tu Y Yo Somos Todo - Capítulo 6

¡Hola chic@s!

La Navidad ha llegado a #tuyyosomostodo. ¿Con ganas de saber que ocurre?

¡Deseo que os guste!



CAPITULO 6

Laia se levanta temprano. Esta noche no ha conseguido pegar ojos. Teme que su hermana la haya oído moverse en la cama, ha estado toda la noche pensando en él. ¿Se estará obsesionando? Le gustaría llamarlo o mandarle algún SMS para decirle que ha pensando en él y que desea volver a verlo, pero anoche con las prisas y los nervios no le pidió su numero de teléfono. No tiene como localizarlo. De repente cae en la cuenta de que si es amigo de Lara seguramente, esta lo tenga agregado en alguna red social.

Corriendo y aun con sus familiares durmiendo, se conecta al ordenador y abre su pagina de Facebook. Localiza el perfil de su amiga y se pone a buscar entre sus contactos a Carlos. Allí esta, si que lo tiene agregado. Por un momento duda y no sabe si debería mandarle solicitud de amistad. Revisando se da cuenta de que el joven tiene abierto su muro para las amistades de sus amistades y cotillea. Mira sus fotos y sus estados. Sonríe al ver el último que puso el joven: “Una noche magnifica. Mejor que en un sueño.”

Intuye por la hora y la fecha que se refiere a ella. Ahora si que no tiene dudas, busca el botoncito para añadirlo y lo agrega. Ahora solo queda esperar a que se despierte y que le escriba. Se queda allí, inmóvil, mirando la pantalla del ordenador. Solo mueve el ratón cuando el salvapantallas se lo exige. No sabe que rato ha pasado pero su madre se levanta y se acerca hacia ella. La besa y la abraza.

  • ¿Qué tal anoche? ¿A qué hora llegaste? –pregunta.
  • No lo se mama, estuve con Lara.
  • ¿Qué hicisteis? –pregunta curiosa.
  • Fuimos a cenar y salimos a tomar algo por el centro –le miente.
  • Ehm, muy bien –dice poco convencida-. ¿Y qué haces tan pronto conectada?
  • Revisaba mis emails –vuelve a mentir.
  • ¿Y por qué no apagas y salimos a desayunar? ¡Estas de vacaciones!
  • ¿Ahora?
  • ¡Claro! Despertamos a tus hermanos y nos vamos los cuatro. ¿Qué se te apetecen churros o tostadas?
¡Nada mama, nada!, piensa. Lo único que quiere y desea es estar ahí, localizar a Carlos y quedar nuevamente con él. Claro esta que no puede hacerlo, se siente en deuda. Ayer nada mas llegar, se marcho y debe estar con su familia. Ha venido a verlos y estar a su lado, por un momento se le había olvidado lo que los extrañaba en Barcelona.

  • Me da igual, lo que tú prefieras.
  • ¡Vale! Despierto a tus hermanos. Vístete, en breve salimos.
Sus hermanos no tardan en despertarse y arreglarse. En menos de veinte minutos bajan los cuatro al bar mas cercano y juntos se sientan a desayunar. Al final optan por unas tostadas y unos cafés bien calientes. Hablan de todo y de nada. Laia les pone al día sobre su trabajo en la editorial, en el bar y sus estudios. Le habla de sus pocas amistades allí y les cuenta el paso tan grande que ha dado gracias a la confianza de su jefa. Ellos también les cuentan como les va y su madre, más sensible que el resto, le agobia a besos y abrazos mientras le dice una y otra vez lo que le echa de menos.

Por mas que lo intenta no consigue sacarse de la cabeza a Carlos. Esta muy a gusto con sus familiares pero solo desea llegar a casa y conectarse. Ya ha pasado un largo rato, seguramente este despierto y ella este ahí, sin saber de él. Ha pensado en llamar a Lara y pedirle directamente su teléfono, pero tendría antes que explicarle todo lo ocurrido y no se siente capaz. Ni ella sabe muy bien como y porque paso todo.

Cuando acaban de desayunar su madre insiste en no volver aun y dar un paseo por el barrio. Quiere ir de tiendas y hacer las últimas compras navideñas. Hoy es la gran noche y aun le faltan multitud de cosas. Ella intenta convencerla para que la deje ir, pero no hay excusa, todos deben ir con ella.

Una vez en el supermercado el móvil de la joven suena. El numero que asoma en su pantalla es desconocido, no lo tiene guardo. Por un momento teme que sea de la editorial con algún problema de la campaña navideña. Entre resoplidos, acepta la llamada.

  • ¿Laia?
  • ¿Carlos? –dijo nada más reconocer su voz.
  • Si, soy yo. ¿Qué tal estas?
  • Bien, de compras. ¿Cómo has localizado mi número?
  • ¿Recuerdas a Lara? Ella me lo dio.
¡Mierda! Ella había pensado en aquella opción, sin embargo no se atrevió, pero él, él si ha sido capaz. Se siente ridícula.

  • ¡Ah claro! ¿Cómo has dormido?
  • Poco, pero estoy muy bien.
  • ¡Me alegro! –dice entusiasmada al darse cuenta que no fue la única que no durmió.
  • ¿Qué haces esta tarde?
  • Por ahora nada, ¿por qué?
  • Podríamos quedar, podríamos ir a tomar algo o dar un paseo. ¿Te apetece?
  • ¡Claro!
  • ¿A qué hora te parece que pase a recogerte?

  • No te lo puedo decir ahora Carlos, no sé que planes tiene mi madre, si te parece, te llamo luego y te digo.
  • ¡Vale! Solo una cosa, que no sea muy tarde. A media tarde tendré que irme a casa de mis tíos, mi familia cenaran todos allí.
  • No te preocupes, yo tampoco estaré hasta muy tarde. Vienen todos mis familiares a cenar a casa y tendré que ayudar a mi madre.
  • ¿Nos vemos luego?
  • ¡Hecho!
  • Un beso guapísima. Me muero por verte.
  • Y yo a ti. Un beso.
Ambos cuelgan a la vez mientras ella, con la sonrisa aun en su cara y los nervios por la cita de esta tarde, se acerca hasta sus familiares. Tiene que avisar de que esta tarde saldrá y quiere hacerlo ya, antes de que sea su madre quien le organice el día.

  • Oye mama, esta tarde, antes de cenar he quedado con unos amigos –suelta.
  • ¿Esta tarde? Cariño sabes que hoy no es buen día para que salgas. Hay muchas cosas que preparar, además pensaba que iríamos a comer todos fuera.
  • ¿A comer? ¿Dónde?
  • Tu hermano quería llevarnos a un sitio nuevo que han abierto y esta un poco alejado, quizás nos entretengamos.
  • ¡Pero mama…!
  • Laia no empieces, entiendo que quieras disfrutar de tus amigos pero yo también quiero estar contigo.
  • Vale mama, yo salgo a comer con vosotros, pero luego me iré a tomar algo, por favor. Déjame ir.
  • Haz lo que veas, pero no llegues tarde. Antes de que llegue tu familia deberás estar duchada y arreglada. ¿De acuerdo?
  • ¡Hecho!
Todos salen del supermercado. Las compras han acabado. Solo su hermano se acerca a casa y sube la compra. Cuando baja todos se montan en el coche familiar y se dirigen al restaurante que han elegido. Laia se asusta al ver que se alejan demasiado de la capital. No quiere preguntar donde van, no quiere ser inoportuna, pero le alarma la distancia. Ya son treinta minutos los que llevan en el coche y aun no tiene pinta que este cerca. Después de cuarenta minutos llegan a la pequeña localidad donde comerán. Esta bastante alejada de la capital y la joven intuye estar en la sierra. Mira su móvil y no tiene cobertura. No quiere maldecir en voz alta, pero odia aquello. ¿Ahora como avisara a Carlos?
Se meten a comer en un restaurante que es especialista en carnes a la brasa. Aun enfadada tiene que admitir que aquel lugar merece la pena. Todo esta riquísimo. Siente que las horas pasan y que esta ilocalizable. Su madre, nerviosa, le pide que deje de mirar una y mil veces el móvil y que disfrute. Pero no puede, solo espera que sus hermanos se llenen bien pronto el estomago y vuelvan a casa. Tardan más de dos horas en salir del restaurante y aun queda cerca de una de trayecto. Hace cálculos y cuenta que hasta mínimo las seis de la tarde no podrá estar en la capital. Se lamenta, seguramente no podrá verlo hoy, ya le aviso de que no podría quedar muy tarde y viendo las horas que son ya presiente que no hay nada que hacer. En el coche sostiene el móvil entre sus manos. Solo espera volver a tener cobertura y poder avisar a su amado. Después de quince minutos en el coche un “bip” le alerta de que vuelve a estar localizable. A ese “bip” le siguen varios más y ella nerviosa, corre a leer cada uno de los mensajes que ha recibido mientras estaba sin cobertura.
Tres de ellos son de llamadas perdidas de Carlos, dos de llamadas perdidas de Lara y
uno de texto de Carlos.

“¿Dónde estas? ¿Por qué tienes el teléfono apagado? ¿Acaso no quieres hablar conmigo? ¿Hice algo? Me rindo, ya dirás tu.”

¡Mierda! Se ha enfadado. Tiene que llamarlo aunque este en el coche y lo oiga toda su familia. No puede dejar que piense que lo ignora o que no desea hablar con él. Corre y marca su teléfono. Un tono, dos, tres… ¡Cógelo, cógelo!
  • Dime Laia.
  • Hola Carlos, ¿qué tal estas?
  • Ya te imaginaras. ¿Qué te ocurría?
  • Nada, solo es que no tenía cobertura.
  • ¿Qué no tenias cobertura? ¿Dónde estabas?
  • He salió a comer con mi familia y nos hemos alejado hasta un pequeño pueblo. Allí no había cobertura.
  • ¿Y como no me avisaste antes?
  • No caí, lo siento. No pensé que fuéramos a alejarnos tanto y no le di importancia, lo siento. Perdóname, no quería darte a entender algo que no era.

  • No te preocupes, solo que yo ya no puedo quedar. Es tarde y ya te avise de que tenia que irme pronto.
  • Ya, lo supuse, no te preocupes. Si te pareces, lo dejamos para mañana –dice con la voz entrecortada.
  • Vale, te llamo. Por cierto, feliz Navidad, pásalo bien esta noche.

  • Igualmente, un beso.

Nada mas colgar, Laia tiene que mirar hacia la ventana si no quiere que su familia se dé cuenta de que esta llorando. Llora por rabia, por tristeza e impotencia. Se le ha quitado las ganas de cenar y salir esta noche. Solo quiere encerrarse en su habitación y odiar a su familia por alejarla de Carlos. Llama a Lara directa a romper los planes que tienen esta noche, pero comunica. Quiere escribir a Carlos, quiere volver a disculparse y decirle lo mal que se siente por lo ocurrido. No termina de escribir, cuando su teléfono vuelve a sonar. Es él nuevamente.
  • Oye Laia…
  • Dime.
  • ¿Cuánto tardas en llegar?
  • Supongo que poco más de veinte minutos. ¿Por qué?
  • Voy a por ti. ¿Te parece?
  • ¿Y eso?
  • Luego te cuento. ¿Qué me dices?
  • Que si, claro –contesta muy feliz.
  • Vale, en veinte minutos estoy en la puerta de su casa.
  • ¡Genial!
Las lágrimas han desaparecido por completo. En su lugar le brillan los ojos y sonríe como una niña. Sabe que también es tarde para ella, y que su madre no aceptara de buen grado que se marche, pero le da igual, no piensa dejar colgado a su chico. Si no quiere aceptarlo, que no lo acepte, pero ella nada mas llegar se ira con él y luego que sea lo que Dios quiera. Ahora solo desea llegar lo antes posible, quiere que esos veinte minutos se rebajen todo lo posible y estar cuanto antes con él. Sabe que no tiene tiempo de cambiarse y que no va muy favorecida, pero nada le importa. Solo quiere ver esos ojos verdes de nuevo y volver a sentir sus húmedos labios sobre los suyos.

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