¡Hola chic@s!
Primera noche junta de nuestros amantes favoritos. ¿Será todo como Laia sueña? No os digo mas.
¡Deseo que os guste!
CAPÍTULO 10
Poco después de las cinco de la tarde,
Carlos ya esta en su portal. Esta diferente. No lleva lentillas y usa
gafas. Son de pasta negra y a pesar de lo que muchos crean, le
sientan verdaderamente bien. Esta mucho más atractivo, le da un
toque de madurez.
Se saludan con un cálido y corto beso
y salen disparados hacia el pueblo costero. Durante el camino no
hablan, se limitan a escuchar música y tatarear canciones. Se nota
que ambos están nerviosos y confusos.
Una vez en el pueblo, se paran a tomar
un café. Ambos están cansados y un poco de cafeína no ira mal.
- He pensado –dice Carlos- que podríamos ir a casa a dejar las cosas y luego marchar a la playa. Así no dejamos el coche cargado y podemos ir mas despejados. ¿Qué te parece?
- Por mi perfecto.
Terminan el café, pagan y vuelven al
coche. El piso de Carlos esta en una urbanización lejos a la costa y
tardan un ratito en llegar. Laia, cuando ve aquello, tiene la
impresión de que ya ha estado allí. Todo le parece familiar, pero
no hace hincapié en ello. Suben juntos al pequeño apartamento.
Es entrar por la puerta del piso y la
joven comienza a temblar. Esta nerviosa y mira con esmero el lugar.
Es pequeñito pero muy acogedor. Esta decorado con detalles costeros
y el salón tiene unas cortinas azules muy simples y bonitas. Carlos
se apodera de la situación y se pone a abrir persianas y a darle luz
a aquel lugar abandonado en invierno.
Ella con timidez deja su mochila en una
silla y se queda de pie, en medio de aquel salón desconocido. El
chico que nota la incomodidad de la joven se acerca y le acaricia
suavemente la cara.
- ¿Estas bien? –pregunta.
- Si, si. Solo estoy un poco nerviosa. No te preocupes –dice con la voz entrecortada.
- ¿Por qué estas nerviosa?
- Por la situación. Tu, yo, solos en esta casa… Me pone nerviosa.
- Sabes que no va a pasar nada que no quieras que pase –asegura.
- Lo sé, el problema es que creo que quiero que pase –confiesa.
Carlos, decidido, la agarra de la
cintura. Lo hace con fuerzas pero no le daña, le excita. La besa y
la acerca a la pared. Sus labios recorren sus labios y bajan hacia su
cuello. Laia controla sin mucho éxito los pequeños gemidos que
aquello le produce. Se deja besar y acariciar.
Fuera tiene que hacer un frio
escandaloso, pero ahora se nota ardiendo. Tiene calor y el joven
parece darse cuenta que le quita su camisa con delicadeza. Ella lo
agradece. Notar sus manos sobre su cuerpo semidesnudo hace que se
estremezca y se deja llevar. Con ardor y pasión desprende la
camiseta del joven y toca su torso desnudo. Se sorprende a notar su
cuerpo musculado.
- Vayamos a la habitación –pide el joven.
Ella se deja llevar. No quiere dejar de
notar sus labios y marchan juntos abrazados hasta la habitación del
joven. Es una habitación sencilla, con una pequeña cama individual
pero se siente bien allí. El joven que cada vez le acaricia con más
deseo desabrocha sus pantalones dejándola únicamente en ropa
interior. Él mismo se desprende también de los suyos y la arroja a
la cama.
Allí las manos se pierden en ambos
cuerpos. Laia desea sentirlo pero Carlos no tiene prisa. Le
desabrocha su sujetador con sutileza dejando al aire sus pequeños
pechos. Los acaricia y besa con dulzura. Baja su lengua por todo su
cuerpo y le quita sus braguitas lentamente dejando todo su ser al
descubierto. Con su mano acaricia aquella parte que acaba de
descubrir haciendo que la joven se estremezca de placer. Esta húmeda
y ella quiere corresponderle. Con nerviosismo, torpeza y algo de
brusquedad, consigue quitarle los calzoncillos a su amado. El pene
del joven queda allí, libre y excitado. Ella lo acaricia y lo besa
como si aquello fuese lo último en la tierra. El joven gime y pide
que continúe. Después de un largo rato de caricias y antes de que
alguno llegue al clímax, el joven se levanta, se dirige a su
mochila, saca un preservativo y se lo coloca.
Ella sigue tumbada en la cama, deseosa
de que su chico vuelva y lo sienta suyo. No tarda en hacer su sueño
realidad. Con ternura y pasión él introduce su sexo en el de ella y
se fusionan. Sus movimientos son lentos pero es cuestión de tiempo
que se acelere. A medida que la excitación crece, los movimientos
son más rápidos y decididos. Ambos se miran y no dejan de besarse
ni un segundo. Gimen, se acarician y se sienten. Los dos llegan al
cielo a la vez, dejando sus cuerpos sudados llenos de placer y
satisfacción. Se acarician y se besan por última vez antes de que
el joven salga de ella y se tumbe a su lado a descansar.
- ¿Te ha gustado? –le pregunta Carlos con timidez.
- Si, claro –dice aun nerviosa y excitada.
- ¿Te encuentras bien?
- Mejor que nunca mi amor.
- Me alegra preciosa –le dice mientras besa parte de su brazo.
Los jóvenes permanecen en aquella cama
minúscula con sus cuerpos desnudos y en silencio por un largo rato.
Solo se dedican alguna que otra mirada, alguna que otra sonrisa y se
acarician. Laia
Laia se levanta de la cama poniéndose
por encima la camiseta de su chico. Sale al balcón descalza y se
fuma un cigarrillo. Ya ha oscurecido y no se oye ni un coche por la
urbanización. Esta segura allí. Carlos no tarda en salir a
acompañarla.
- ¿Quieres que salgamos? –le propone.
- Estoy bien aquí, no te preocupes.
- ¿Segura?
- Si, estoy feliz –se sincera.
Ella se gira y posa su cuerpo contra la
barandilla del balcón. Él la abraza por la espalda y besa su cuello
con dulzura. La joven sigue excitada y cualquier tacto de su amado
hace que se estremezca y le flaqueen las piernas. Él lo nota, es
consciente del efecto que produce en ella y se aprovecha. Vuelve a
girarla y le sonríe con picardía. Le besa con pasión y la arrastra
hacia su habitación.
Esta vez hay mucha más pasión que
antes. Las caricias son más placenteras, la timidez ha desaparecido
y ambos juegan a conocerse.
- Te quiero –dice la joven.
El chico hace como que no la oye y
sigue acariciando su ser. Esta húmeda y sus dedos saben encontrar su
punto flaco. Gime y tiembla.
- Te quiero –le repite.
El joven sigue haciéndose el sordo a
pesar de que ha escuchado los susurros de Laia. Ella, no presta
atención, no le importa que el joven no diga nada, pero se asusta al
ver lo que esta soltando. No lo piensa, solo habla y se deja llevar.
Su corazón le pide que se abra y ella obedece aunque este hablando
de amor. En aquel momento, ama, quiere, siente y desea y de repente,
se asusta.
- Para por favor, para –le ruega.
- ¿Qué pare? ¿Estas bien? –le dice mientras sigue besándola.
- Si, si. Pero para por favor –le pide muy nerviosa.
- Pero Laia… ¿Qué ocurre? –le pregunta mientras intenta abrazarla.
- Por favor deja de besarme.
La joven sale de la cama y como una
loca busca su ropa. Se empieza a vestir con prisas mientras que
Carlos continua allí, mirándola, sin saber que le ocurre y sin
saber actuar. A ella le ha entrado un ataque de pánico y es incapaz
de hablar, solo quiere irse.
- Llévame a casa por favor –le suplica.
- ¿A casa? ¿Ahora? –pregunta- ¿Me vas a decir que te pasa?
- ¡Que no me pasa nada joder! –se enfada- Me quiero ir.
El chico esta atónito y reacciona. Se
viste, arregla su habitación y coge su mochila. Laia ya lo espera en
la puerta. Bajan del apartamento y se dirigen al coche sin hablar. La
joven busca la mirada de la joven pero esta, mira hacia abajo. No
abre el coche.
- ¿Estas segura de que te quieres ir? –insiste.
- Si.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero estar aquí.
- ¿Y eso es todo? ¿He hecho algo mal?
¿Tu hacer algo mal? ¡No! Todo lo
contrario. Todo es perfecto a tu lado, por eso quiero irme. Tengo
miedo, estoy asustada, siento que te quiero y no puedo permitírmelo,
piensa. Todo ha sido muy rápido y yo no estoy preparada, además no
se si me correspondes, no quiero que me dañes, ya soy indefensa a tu
lado.
- No, pero quiero irme –es lo único que dice.
Carlos no vuelve a insistir. Le da al
botoncito de cierre centralizado y deja entrar a la joven. Arranca el
motor, pone la música alta y no vuelve a mirarla. Conduce enfadado
y eso asusta a la chica.
Laia esta confusa. No ha sido capaz de
confesar al chico sus miedos, y ahora que el pobre acepta sus
suplicas, ella se arrepiente. Le gustaría que Carlos se le declarara
y luchara mas por ella, pero no, no lo hace y los kilómetros
avanzan. Cada vez están más cerca de la capital y ella ve cada vez
más lejos de recuperar aquello que ha estropeado. Pero no dice nada,
sigue callada, mirando por la ventanilla y reprimiendo sus ganas de
llorar. No tardan de llegar a su portal y ella lo mira, lo mira
buscando todo el amor que desea y no lo encuentra. Resignada sale del
coche y él ni se despide, arranca el motor y huye.
Ella enciende otro cigarrillo y llora
desconsolada. Ha metido la pata y ha actuado con inmadurez. Ya no hay
vuelta atrás.
Sube por las escaleras y abre con
cuidado la puerta de su casa. Se marcha directa a su habitación y
agradece que su hermana no haya llegado. Se tira en su cama y llora,
llora toda la noche y de forma desconsolada. Teme que le de un ataque
de ansiedad pero no puede evitarlo. Se siente estúpida y enamorada,
además acaba de estropear sus vacaciones.