domingo, 10 de enero de 2016

Tu Y Yo Somos Todo - Capítulo 10

¡Hola chic@s!

Primera noche junta de nuestros amantes favoritos. ¿Será todo como Laia sueña? No os digo mas.

¡Deseo que os guste!



CAPÍTULO 10

Poco después de las cinco de la tarde, Carlos ya esta en su portal. Esta diferente. No lleva lentillas y usa gafas. Son de pasta negra y a pesar de lo que muchos crean, le sientan verdaderamente bien. Esta mucho más atractivo, le da un toque de madurez.
Se saludan con un cálido y corto beso y salen disparados hacia el pueblo costero. Durante el camino no hablan, se limitan a escuchar música y tatarear canciones. Se nota que ambos están nerviosos y confusos.

Una vez en el pueblo, se paran a tomar un café. Ambos están cansados y un poco de cafeína no ira mal.
  • He pensado –dice Carlos- que podríamos ir a casa a dejar las cosas y luego marchar a la playa. Así no dejamos el coche cargado y podemos ir mas despejados. ¿Qué te parece?
  • Por mi perfecto.
Terminan el café, pagan y vuelven al coche. El piso de Carlos esta en una urbanización lejos a la costa y tardan un ratito en llegar. Laia, cuando ve aquello, tiene la impresión de que ya ha estado allí. Todo le parece familiar, pero no hace hincapié en ello. Suben juntos al pequeño apartamento.

Es entrar por la puerta del piso y la joven comienza a temblar. Esta nerviosa y mira con esmero el lugar. Es pequeñito pero muy acogedor. Esta decorado con detalles costeros y el salón tiene unas cortinas azules muy simples y bonitas. Carlos se apodera de la situación y se pone a abrir persianas y a darle luz a aquel lugar abandonado en invierno.

Ella con timidez deja su mochila en una silla y se queda de pie, en medio de aquel salón desconocido. El chico que nota la incomodidad de la joven se acerca y le acaricia suavemente la cara.

  • ¿Estas bien? –pregunta.
  • Si, si. Solo estoy un poco nerviosa. No te preocupes –dice con la voz entrecortada.
  • ¿Por qué estas nerviosa?
  • Por la situación. Tu, yo, solos en esta casa… Me pone nerviosa.
  • Sabes que no va a pasar nada que no quieras que pase –asegura.
  • Lo sé, el problema es que creo que quiero que pase –confiesa.
Carlos, decidido, la agarra de la cintura. Lo hace con fuerzas pero no le daña, le excita. La besa y la acerca a la pared. Sus labios recorren sus labios y bajan hacia su cuello. Laia controla sin mucho éxito los pequeños gemidos que aquello le produce. Se deja besar y acariciar.

Fuera tiene que hacer un frio escandaloso, pero ahora se nota ardiendo. Tiene calor y el joven parece darse cuenta que le quita su camisa con delicadeza. Ella lo agradece. Notar sus manos sobre su cuerpo semidesnudo hace que se estremezca y se deja llevar. Con ardor y pasión desprende la camiseta del joven y toca su torso desnudo. Se sorprende a notar su cuerpo musculado.

  • Vayamos a la habitación –pide el joven.
Ella se deja llevar. No quiere dejar de notar sus labios y marchan juntos abrazados hasta la habitación del joven. Es una habitación sencilla, con una pequeña cama individual pero se siente bien allí. El joven que cada vez le acaricia con más deseo desabrocha sus pantalones dejándola únicamente en ropa interior. Él mismo se desprende también de los suyos y la arroja a la cama.

Allí las manos se pierden en ambos cuerpos. Laia desea sentirlo pero Carlos no tiene prisa. Le desabrocha su sujetador con sutileza dejando al aire sus pequeños pechos. Los acaricia y besa con dulzura. Baja su lengua por todo su cuerpo y le quita sus braguitas lentamente dejando todo su ser al descubierto. Con su mano acaricia aquella parte que acaba de descubrir haciendo que la joven se estremezca de placer. Esta húmeda y ella quiere corresponderle. Con nerviosismo, torpeza y algo de brusquedad, consigue quitarle los calzoncillos a su amado. El pene del joven queda allí, libre y excitado. Ella lo acaricia y lo besa como si aquello fuese lo último en la tierra. El joven gime y pide que continúe. Después de un largo rato de caricias y antes de que alguno llegue al clímax, el joven se levanta, se dirige a su mochila, saca un preservativo y se lo coloca.

Ella sigue tumbada en la cama, deseosa de que su chico vuelva y lo sienta suyo. No tarda en hacer su sueño realidad. Con ternura y pasión él introduce su sexo en el de ella y se fusionan. Sus movimientos son lentos pero es cuestión de tiempo que se acelere. A medida que la excitación crece, los movimientos son más rápidos y decididos. Ambos se miran y no dejan de besarse ni un segundo. Gimen, se acarician y se sienten. Los dos llegan al cielo a la vez, dejando sus cuerpos sudados llenos de placer y satisfacción. Se acarician y se besan por última vez antes de que el joven salga de ella y se tumbe a su lado a descansar.

  • ¿Te ha gustado? –le pregunta Carlos con timidez.
  • Si, claro –dice aun nerviosa y excitada.
  • ¿Te encuentras bien?
  • Mejor que nunca mi amor.
  • Me alegra preciosa –le dice mientras besa parte de su brazo.
Los jóvenes permanecen en aquella cama minúscula con sus cuerpos desnudos y en silencio por un largo rato. Solo se dedican alguna que otra mirada, alguna que otra sonrisa y se acarician. Laia

Laia se levanta de la cama poniéndose por encima la camiseta de su chico. Sale al balcón descalza y se fuma un cigarrillo. Ya ha oscurecido y no se oye ni un coche por la urbanización. Esta segura allí. Carlos no tarda en salir a acompañarla.

  • ¿Quieres que salgamos? –le propone.
  • Estoy bien aquí, no te preocupes.

  • ¿Segura?
  • Si, estoy feliz –se sincera.
Ella se gira y posa su cuerpo contra la barandilla del balcón. Él la abraza por la espalda y besa su cuello con dulzura. La joven sigue excitada y cualquier tacto de su amado hace que se estremezca y le flaqueen las piernas. Él lo nota, es consciente del efecto que produce en ella y se aprovecha. Vuelve a girarla y le sonríe con picardía. Le besa con pasión y la arrastra hacia su habitación.

Esta vez hay mucha más pasión que antes. Las caricias son más placenteras, la timidez ha desaparecido y ambos juegan a conocerse.

  • Te quiero –dice la joven.

El chico hace como que no la oye y sigue acariciando su ser. Esta húmeda y sus dedos saben encontrar su punto flaco. Gime y tiembla.

  • Te quiero –le repite.
El joven sigue haciéndose el sordo a pesar de que ha escuchado los susurros de Laia. Ella, no presta atención, no le importa que el joven no diga nada, pero se asusta al ver lo que esta soltando. No lo piensa, solo habla y se deja llevar. Su corazón le pide que se abra y ella obedece aunque este hablando de amor. En aquel momento, ama, quiere, siente y desea y de repente, se asusta.

  • Para por favor, para –le ruega.
  • ¿Qué pare? ¿Estas bien? –le dice mientras sigue besándola.
  • Si, si. Pero para por favor –le pide muy nerviosa.
  • Pero Laia… ¿Qué ocurre? –le pregunta mientras intenta abrazarla.
  • Por favor deja de besarme.
La joven sale de la cama y como una loca busca su ropa. Se empieza a vestir con prisas mientras que Carlos continua allí, mirándola, sin saber que le ocurre y sin saber actuar. A ella le ha entrado un ataque de pánico y es incapaz de hablar, solo quiere irse.

  • Llévame a casa por favor –le suplica.

  • ¿A casa? ¿Ahora? –pregunta- ¿Me vas a decir que te pasa?
  • ¡Que no me pasa nada joder! –se enfada- Me quiero ir.
El chico esta atónito y reacciona. Se viste, arregla su habitación y coge su mochila. Laia ya lo espera en la puerta. Bajan del apartamento y se dirigen al coche sin hablar. La joven busca la mirada de la joven pero esta, mira hacia abajo. No abre el coche.

  • ¿Estas segura de que te quieres ir? –insiste.
  • Si.
  • ¿Por qué?
  • Porque no quiero estar aquí.
  • ¿Y eso es todo? ¿He hecho algo mal?
¿Tu hacer algo mal? ¡No! Todo lo contrario. Todo es perfecto a tu lado, por eso quiero irme. Tengo miedo, estoy asustada, siento que te quiero y no puedo permitírmelo, piensa. Todo ha sido muy rápido y yo no estoy preparada, además no se si me correspondes, no quiero que me dañes, ya soy indefensa a tu lado.

  • No, pero quiero irme –es lo único que dice.
Carlos no vuelve a insistir. Le da al botoncito de cierre centralizado y deja entrar a la joven. Arranca el motor, pone la música alta y no vuelve a mirarla. Conduce enfadado y eso asusta a la chica.
Laia esta confusa. No ha sido capaz de confesar al chico sus miedos, y ahora que el pobre acepta sus suplicas, ella se arrepiente. Le gustaría que Carlos se le declarara y luchara mas por ella, pero no, no lo hace y los kilómetros avanzan. Cada vez están más cerca de la capital y ella ve cada vez más lejos de recuperar aquello que ha estropeado. Pero no dice nada, sigue callada, mirando por la ventanilla y reprimiendo sus ganas de llorar. No tardan de llegar a su portal y ella lo mira, lo mira buscando todo el amor que desea y no lo encuentra. Resignada sale del coche y él ni se despide, arranca el motor y huye.
Ella enciende otro cigarrillo y llora desconsolada. Ha metido la pata y ha actuado con inmadurez. Ya no hay vuelta atrás.

Sube por las escaleras y abre con cuidado la puerta de su casa. Se marcha directa a su habitación y agradece que su hermana no haya llegado. Se tira en su cama y llora, llora toda la noche y de forma desconsolada. Teme que le de un ataque de ansiedad pero no puede evitarlo. Se siente estúpida y enamorada, además acaba de estropear sus vacaciones.

domingo, 3 de enero de 2016

Tu Y Yo Somos Todo - Capítulo 9

¡Hola chic@s!

Aquí tenéis el noveno capitulo. ¿Os va gustando la historia!

¡Deseo que os guste!



CAPÍTULO 9

Son más de las doce de la mañana y Laia se levanta sobresaltada con el sonido de su móvil. ¿Quién será a estas horas?, piensa. Le duele la cabeza y aun esta un poco aturdida. Sin mirar la pantalla, descuelga.

  • ¿Si? –dice con voz ronca.
  • Buenos días borrachina –es Carlos.
  • ¿Qué hora es?
  • Es más de mediodía. ¿Aun duermes?
  • ¡Claro que duermo! Ayer desfase más de lo debido y ahora sufro las consecuencias.
  • Ya sé que ayer desfasaste… -asiente- Por cierto, ¿recuerdas todo lo que me dijiste ayer cuando me llamaste?
Laia piensa unos segundos. Recuerda que lo llamo, recuerda que hablaron pero es incapaz de recordar con claridad todo lo que se dijeron.

  • No mucho. ¿Por qué? ¿Dije algo que no debí decir? –pregunta asustada.
  • ¡No, no! Tranquila jajá.
  • ¿Entonces?
  • No te preocupes ahora, luego te digo todo lo que soltaste. Al final, ¿esta tarde podrás quedar?
  • Si claro. Después de comer puedo salir de aquí.
  • Había estado pensando y me gustaría proponerte algo.
  • ¡Suelta! –añade algo más despejada.
  • He estado hablando con mis padres y me dejan el piso de la playa esta noche. Si te apetece podemos ir allí y quedarnos a dormir.
  • ¿Juntos?
  • Claro, a ver… -se disculpa- No quiero que creas que quiero pasar la noche con un único objetivo, de hecho no es lo que pretendo. Pero he pensado que así podremos estar mas tranquilo, ir a cenar, pasear por la playa, conocernos y estar tranquilos. Pero si no quieres, lo entiendo. Quizás he sido muy directo.
  • No, no te preocupes. No me parece mala idea, de hecho me gusta. ¿Qué hay de malo? Además supongo que en tu casa no habrá una única habitación jajá.
Laia no piensa para nada lo que le ha dicho. De hecho no hay cosa que mas desee que pasar una noche a su lado y por seguro que no dormirá en una cama ajena a la suya. Tiene ganas de abrazarlo y despertarse junto a él. Pero tampoco quiere que él piense que esta todo hecho. La tiene ganada, si, pero quiere que se lo curre algo más.

  • Vale, perfecto. ¿Te recojo a las cinco? –propone el joven.
  • ¡Ok! Me pegas un toque y bajo. Ahora me inventare alguna excusa en casa, pero cuenta con ello.
  • Un beso.
  • Un beso.
Ambos cuelgan. Laia siente la necesidad de quedarse más tiempo en la cama, esta cansada, pero se despierta. Si quiere que su madre acepte de buen grado que esta noche dormirá fuera deberá ser la hija ejemplar lo que queda de mañana.

Con los ojos resacosos y un dolor de cabeza descomunal sale de su habitación en busca de una pastilla que la haga sentir mejor. Su madre ya anda trasteando por la cocina.

  • Anoche bebiste, ¿verdad? –le pregunta.

  • Si mama, se me fue de las manos, pero estoy bien. Una noche es una noche.
  • Eso espero hija, estoy preocupada –confiesa.
  • ¿Preocupada? ¿Por qué? –pregunta la joven sorprendida.
  • Te noto distinta. Antes de venir, cuando hablábamos por teléfono, te sentía triste, era consciente de que algo me ocultabas. Ahora te veo y estas mucho mas delgada. Y llevas dos días desmelenada, no paras en casa. Parece que no quieres estar aquí.
Laia siente que debe ser honesta con su madre, la nota preocupada sinceramente y no quiere que crea cosas que no son.

- A ver mama, déjame que te explique. Es cierto que en Barcelona no soy lo feliz que esperaba. Trabajo mucho, tengo muchas tareas pendientes, no tengo casi tiempo de estudiar y entre tanto compromiso laboral, me he olvidado de vivir. No salgo, no tengo casi amigos allí y me he olvidado de que soy joven y tengo que disfrutar. Respecto al peso, es normal. Me muevo mucho y como lo que puedo. No tengo tiempo para llevarme horas en la cocina, pero no te preocupes, estoy bien. No quiero que pienses que no tenia ganas de veros, de hecho os extrañaba mucho. Pero también extraño a mis amigos, y mis veinticuatro años. Aquí tengo gente que me quiere y para pocos días que tengo disponible, quiero aprovecharlos. Entiéndeme mama. Quiero reponer fuerzas para volver con las
pilas bien cargadas.

Aquellas palabras hacen mella en la madre de la joven que sin pretenderlo le caen dos pequeñas lágrimas por su cara. Entiende a su hija, claro que la entiende, de hecho ella se lo imaginaba. No es la única que lo pasa mal con la distancia. Ella la extraña cada noche, reza por su bienestar e intenta buscar siempre fechas para viajar a verla. Pero no siempre es posible. La madre de Laia trabaja y desde que se quedo viuda, no le quedo mucho dinero. Es bastante humilde y cada vez que pretende subir siempre le surge algún improvisto que la deja sin dinero para el vuelo. Ella también
sufre.

No le dice nada, la abraza. Es uno de estos abrazos que solo una madre puede darte. Es reconfortable, fuerte y lleno de amor. Laia se funde con ella, se siente como cuando era pequeña y corría a ella cuando se caía. ¡Cuánto ha echado de menos esos abrazos!

  • Mama –aprovecha- después de comer he quedado con Lara y creo que pasare la noche con ella. ¿Te molesta?
  • No cariño, no me molesta –miente-. Pásalo bien y disfruta.
  • Gracias mama –le planta un beso sonoro en su mejilla.
Ambas se quedan allí en la cocina, recogen los cacharros de la cena de ayer y preparan la comida. Hoy, día de Navidad, estarán solos y no cocinaran. Comerán todo lo que anoche no se ceno.
Sus hermanos no tardan en despertarse y unirse a ellas. Se nota buen ambiente, comentan la noche de ayer y se ríen. A las dos de la tarde se ponen a comer. No encienden la televisión. La familia cuanta anécdotas de cuando su padre vivía y admiten que todos le echan de menos. ¡Lo que cambio la vida desde que él falleció! Tardan más de dos horas en levantarse de la mesa. Ha sido una comida tranquila, amena y larga.

Laia después de ayudar a recoger, corre al baño. Tiene una hora para arreglarse, preparar una mochila con alguna muda y esperar a que Carlos la recoja. Ha intentado escoger su mejor ropa interior. Nunca se sabe que puede ocurrir. Tampoco es que tenga gran variedad, se trajo sus mudas más cómodas, pero intenta que de las pocas que trajo de Barcelona, escoger la que mejor le siente. ¡Quien le iba a decir a ella hace unos días que hoy pasaría la noche con un chico!

domingo, 27 de diciembre de 2015

Tu Y Yo Somos Todo - Capítulo 8

Hola chic@s,

Laia vive su noche de Navidad rodeada de familia y sus amigos, pero Carlos esta en su mente. ¿Quieres saber que ocurre? ¡No te pierdas el octavo capítulo!

Deseo que os guste!!


 
CAPÍTULO 8

Los familiares de Laia llegan con retraso. La ha dado tiempo de sobra a hacer todo lo que tenia pendiente, incluso le ha dado tiempo de revisar su correo antes de cenar.

Cuando llega su gente no falta nadie. Están todos sus tíos, sus primos y sus abuelos. Algunos les dicen que han engordado, otros que la ven más delgada pero todos se preocupan por como esta viviendo en Barcelona. Si los que le han dicho que ha engordado supieran que lleva varios kilos perdidos y que ha bajado dos tallas desde que esta allí, se preocuparían, así que ella no hace más que asentir a todo lo que le dicen.

Intenta explicar poco y no centrarse solo en ella. Quiere saber que le ha ocurrido a cada uno el tiempo que ella ha estado fuera. Algunos de sus primos se han casado y otros han tenido niños y ella por la falta de tiempo se ha perdido todos los acontecimientos.

A poco más de media noche, Lara la llama. Ella ya esta disponible y le propone quedar en ese preciso instante. Avisa a su hermana, se retoca antes de salir y baja en busca de su amiga. Esta cansada, ha tenido un día bastante movido, así que le propone a su amiga que en vez de discoteca prefiere ir a un pub tranquilo, donde puedan charlar y estar a gusto sin tanto ajetreo.

Deciden ir a un local cercano de donde viven, le gusta aquello. La gente que frecuenta ese pub tiene una media de treinta años y aunque ella sea algo más joven se siente cómoda sin tanto “yogurin” borracho y con ganas de ligar fácilmente.

Una vez allí se anima, la música es buena y el ambiente agradable. Cuando ve que tanto su hermana como su amiga se piden una copa, ella no se echa atrás y pide una cerveza. Avisa que será la primera y la última. Nunca le ha sentado bien beber y quiere contarles todo sin verse afectada por el alcohol.

Aquella cerveza le sube antes de lo pensado y en vez de parar, se pide otra. Esta segunda se la bebe aun más rápido que la anterior y no haciendo caso a sus acompañantes, pide una tercera.
Todo el pub esta tranquilo y ella sin embargo, se ha desmelenado. Ha comenzado a bailar en medio del pub a pesar de que todos los allí presentes charlan sentados en cómodos sofás. Canturrea todas las canciones de moda que suenan y se ríe. Tanto Lara como su hermana la miran y no dicen nada.
Cuando más sumida esta en aquella fiesta, Carlos aparece en su mente. Recuerda sus besos, sus abrazos, sus caricias y lo extraña. Impulsada por el alcohol, lo llama. No le importa que sean las cuatro de la madrugada, ella quiere oírlo. Busca su número en la agenda y marca.

  • ¿Laia?
  • Si soy yo. ¿Estabas dormido? –dice alegre.
  • No, no. Aun estoy en casa de mis amigos. ¿Estas bien? ¿Te ocurre algo?
  • ¡Nadaaa! ¿Qué me iba a pasar?
  • ¿Has bebido?
  • ¡Algo! Jajá –confiesa.
  • Dime, ¿qué te ocurre? –pregunta sonriente, él también esta algo bebido.
  • Solo pensaba en ti.
  • ¿Ah, si? ¿Y qué pensabas? –dice en tono tontorrón.
  • Pensaba en anoche, en hoy y en mañana. Pensaba en lo maravillosa que serán las vacaciones a tu lado y en lo que ya te extraño –confiesa.
  • ¿En serio piensas todo eso?

  • ¡Claro tonto! –ríe- Nunca pensé que esto pudiese sucederme a mí pero estoy feliz a la vez que asustada.
  • ¿Asustada? ¿Por qué?
  • Tengo miedo a quererte –se delata.
  • ¡No digas bobada!
  • No son bobadas. Yo no sé lo que tú sientes por mí, pero sé lo que yo puedo llegar a sentir y tengo miedo. Tengo miedo a no ser correspondida y a sufrir.
  • No digas eso ahora, tú disfruta. Ya tendremos tiempo de hablar sobre ello.
  • ¡Si es verdad! Aun tengo que terminar la noche. Mañana cuando te vea, te haré ver lo que soy y me desearas tanto o mas de lo que yo te deseo a ti.
  • Estoy seguro. Un beso.
Ambos vuelven a colgar. Laia no es consciente de todo lo que ha soltado. Carlos se ha asustado al ver lo rápido que avanzan los sentimientos de su chica. Pero hoy es Navidad y ninguno de los dos esta dispuesto a estropear la noche.
Laia vuelve con su amiga y su hermana. Ambas le preguntan por su llamada pero ella se lo guarda para sí. Se dirige nuevamente a la barra y pide tres chupitos. Se le apetece brindar, aunque no sabe muy bien porque hacerlo.

  • ¡Por nosotras! –grita.
Y todas le siguen.

Aquel chupito es el detonante de su malestar. En menos de diez minutos empieza a sentir que todo le da vueltas y que es incapaz de controlar sus andares.
Su hermana es la primera en darse cuenta y junto a su amiga deciden dar por acaba la fiesta. Entre regañadientes Laia se deja llevar a la salida. A pesar de que están a escasos metros de donde viven, deciden pedir un taxi. En el estado que se encuentra la joven les costaría la vida llegar a su portal.
Una vez en el taxi, la borrachera de Laia se deja ver. Se pone a hablar con el taxista como una descocida y se ríe. Se ríe de su hermana, de su amiga y de todo lo que esta viviendo. Esta feliz y aunque ahora no se encuentra en condiciones, sabe que lo mejor esta por llegar. Nada ni nadie podría estropearle aquella relación, solo él. Pero ella confía. Confía en su palabra, en sus gestos y en su mirada y no teme. Antes pensó que si, pero se les han ido todos sus miedos. Mañana presiente que será un buen día y ella esta dispuesta a llegar hasta el final. Quiere entregarse a él aunque solo hace dos días que lo conoce.
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