jueves, 6 de octubre de 2011

Relato Athenna - Gincana Literaria

SUBASTANDO MI CORAZÓN.
¡No puedo creer que me haya visto arrastrada a esta situación!

Anna, deja de quejarte de una buena vez. Todo esto es por un buen fin – me recordó por
enésima vez una de mis compañeras de trabajo.

¿Cómo podría olvidarlo? Seguramente, esa era la única razón por que no había salido
corriendo, todavía, en dirección hacia la salida de emergencia para huir y poder escaparme del
bochorno y la vergüenza a la que estaba a punto de someterme.

Giré la mirada observando los vestuarios en los que estábamos todas las chicas. Reparé en un
espejo de cuerpo entero, que cubría una de las paredes. Era magnífico. Una mujer me devolvió
la mirada. Tenía unos ojos azules verdosos idénticos a los míos, aunque, a diferencia suya, los
míos solían estar escondidos tras unos gruesos cristales que los empequeñecían y afeaban. Su
cabello, de la misma tonalidad que el mío, se veía salvaje, brillante, indomable. El vestido rojo
con escote que vestía y el maquillaje realzaban su figura y su belleza. Debía admitir el gran
trabajo que los estilistas habían hecho. Desgraciadamente, yo no me reconocía en ella. La miré
por última vez antes de desaparecer de aquel lugar. Ya no soportaba no sentirme yo misma,
no podía seguir observándome y considerar mi reflejo como a una extraña. Era una sensación
amarga, incómoda.

¡Anna! Prepárate. Ya nos están anunciando – No tuve tiempo a procesar sus palabras ni de
quien habían procedido cuando ya había sido empujada para la formación, de forma que
facilitara nuestra salida al escenario para ser expuestas como ganado para la subasta.

Aún en esos instantes, mientras escuchaba al presentador decir mi nombre o cuando me
dirigía al espectáculo, me preguntaba cómo había sido posible que hubiera salido inscrita para
ser subastada en un evento solidario, que mi empresa había tenido la virtud de realizar para
colaborar en la construcción de un nuevo orfanato, cuando no me había presentado para tal
acto. La idea, en verdad, era genial pues todos los fondos se destinarían a una buena causa.
Además, las muchachas a tomar parte solamente tenían que cenar con su comprador sin más
compromiso, además de recibir un incentivo económico. Así me lo pareció hasta que recibí las
gracias por haberme prestado para participar en la subasta.

Indudablemente, intenté en su momento evitar que esa locura siguiera su curso, más,
inexplicablemente y por variadas razones, no me dejaron retractarme. Mi conclusión se
reducía a que era la única voluntariamente obligada a participar, paradójicamente.

Los nervios, aunados a mi timidez, a mi vergüenza y a mi baja autoestima hacia mi persona,
pululaban como mariposas en mi estómago y cual hormigas a través de mi piel.

Tan ensimismada estaba, tan absorta a todo lo que acontecía a mi alrededor, que, cuando quise
darme cuenta, ya había sido subastada y me dirigía en una limosina hacia mi destino. Sentía
curiosidad por saber quien había pagado una cantidad tan exorbitante por cenar conmigo; con
Anna, aquella chica con gafas bajita y sobria, sin ninguna cualidad en especial o atractivo
aparente.

No había reparado en el estacionamiento del vehículo hasta que el chófer, educadamente, abrió
la puerta para ayudarme a apearme del mismo. Le agradecí con un asentamiento de cabeza.
En verdad, le estaba agradecida pues los altos tacones que llevaba amenazaban con hacerme
perder el equilibrio, algo con lo que había estado luchando toda la noche, en realidad.

Eché un vistazo al lugar. Quedé sorprendida, no solo por su majestuosidad, sino también
porque aquel lugar no era un restaurante. Sin lugar a dudas, aquello era una mansión. No pude
expresar mi opinión al respecto, cuando una sirvienta, amablemente, me acompañó al interior
dirigiéndome hasta una de las habitaciones del piso superior.

Llamó a una de las puertas que adornaban el alargado pasillo y la abrió cuando recibió el
consentimiento del inquilino, de mi comprador durante aquella noche.

Respiré hondo y entré cuando la criada así me lo indicó.

Debo decir que mi sorpresa fue infinita al reparar en el hombre, que se apoyaba levemente sobre el
gran escritorio de madera que se erigía, en lo que, pude observar, era un despacho.

- ¿Jefe? – quedé anonadada al ver al imponente y al más atractivo hombre que hubiera
tenido la suerte de conocer: el dueño de la compañía en la que cooperaba. Mi trato con él
se había limitado al ámbito estrictamente profesional. Ello no significaba, sin embargo, que
no hubiera reparado en su existencia, que no lo observara en toda oportunidad que se me
presentara o que no acabara irremediablemente atraída hacia él.

- Hola Anna, ¿sorprendida? – Podía asegurar que ese sentimiento no podía definir con
exactitud todo lo que profesaba en esos minutos.

¿Por qué? – fue lo único que pudo salir de mis labios. Eran tantas emociones encontradas
que me sentía bloqueada para procesar otra cosa que no fuera el conocer las razones que
lo habían llevado a montar toda esa parafernalia. Mi obligada participación, la subasta.
Ahora todo cobraba sentido. Todo había sido por obra y gracia suya.

Quería que todos te vieran a través de mis ojos, como lo hago día tras día. Me pareció una
buena oportunidad – Sentenció.

“¿Una buena oportunidad? Repetí interiormente, ¿oportunidad para qué?” Quizás mi intención era
plantearle mi duda, más no lo hice al volver a escuchar su atrayente, enigmática y sensual voz:

- Te amo, Anna. – Mi cara mostró la incredulidad que mi mente sentía. Mi corazón, en
cambio, saltó de júbilo antes tales palabras, contento de ser correspondido. - No te
preocupes. Tenemos toda la noche para convencerte de que soy serio respecto a nosotros. –
No me dejó decir nada más, pues mis palabras murieron en su boca.

Mi último pensamiento coherente esa noche giró en torno a que ese hombre, esa noche, había
comprado mi corazón y no tenía ninguna perspectiva de devolvérmelo.

Yo también te amo, Lucas.

4 Corazones:

Lydia Pinilla dijo...

Q chuliii!! Un poco extraño pero me gusta :D un beso!

Astarielle dijo...

Loky cielo, eres un encanto. To te gusta mi niña^^

Lydia Pinilla dijo...

;D To no, solo de que está bien!!

Déborah F. Muñoz dijo...

aun no he leído ninguno (sorry!!!!! no tengo tiempo!!!!) y se me están acumulando XD
Por cierto, me llegaron los libros de la gynkana

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